Kike Delgado es uno de los impulsores de "Take my backers": un camino de vuelta al interior de uno mismo, un retorno al corazón de Dios, un camino que propicia en los jóvenes el conocimiento de su propia identidad y misión para desarrollar al máximo su potencial. En su portal ofrecen respuestas, herramientas y una visión auténtica, positiva y práctica sobre Dios, el hombre y el mundo. Si no les conoces, te animamos a que bucees un rato por su web y sus redes sociales; ¡merece la pena! Además, Kike es para algunos de nosotros un gran amigo. Lo conocimos personalmente en el pasado congreso de ReInspira 2018 en Madrid. Hoy te traemos su experiencia de qué supuso esta JMJ.
No fue la primera vez que participé en una Jornada Mundial de la Juventud. Y tal vez por eso mis expectativas eran frías o más bien tibias; calculadas y sin mucha novedad, con los preparativos, el ahorro, las catequesis, los itinerarios y toda la atención que demanda participar en un encuentro como éste no me di cuenta de la sed con la que estaba sobreviviendo.
Estando en la JMJ experimenté hondamente la presencia, cercanía, preocupación e intercesión de Maria, a la que constantemente olvido. Mi Madre le hablaba de mí a su Hijo, de cómo había llegado a ese punto en la vida cristiana en el que estaba sin estar, en el que el servicio se había convertido en trabajo, y a veces en carga. El punto en el que el asombro, la caridad, la ternura, la misericordia, la humildad, la alegría y muchas otras virtudes se habían vuelto algo "aprendido" pero no vivido; algo que compartía con otros en las palabras pero no con acciones, no con mi vida. Ese vacío de una vida incongruente o incompleta es lo que yo imagino cuando escucho el relato sobre aquella boda que se quedó sin vino. María fue el camino, el ejemplo, la compañera, para volver al amor del principio, a los fundamentos que inspiraron mis convicciones y decisiones de seguir a Jesús. Fue Ella quien me hizo reconocer mi necesidad y quien con paciencia, humildad y experiencia me orientó durante la JMJ: “¡haz lo que Jesús te diga!"
Esta imagen del vino fue muy importante en mi peregrinar. Al terminar la prejornada, la Misa de envío estuvo iluminada por el Gospel de las bodas de Caná. Y al día siguiente, el lunes, llegando a la parroquia que nos acogió para la JMJ, celebramos una Misa de apertura en la que Jesús fue muy claro conmigo. Él podía devolverle el sabor a mi vida, podía transformar mi agua insípida en un buen vino. Pero para que esto no se echara a perder, me invitaba a disponer odres nuevos para recibir las nuevas gracias, sorpresas y promesas que tenía para mí: dejar atrás viejas formas de relacionarme con Él y su proyecto, renovar mi mente y mi corazón.
La semanas en Panamá fueron cariño de Dios. Transcurrieron lento, a un ritmo diferente del habitual. En cada día, a través de todos los hermanos, de la fraternidad que se respiraba, de las catequesis y las luces para el alma, las misas, los conciertos, las culturas, en la diversidad y en la unidad, en las palabras del Papa Francisco, en todo, Cristo se dejaba sentir. Me invitaba a redescubrirlo, a redescubrirme también. A entender su paso por mi vida. A orar mi historia de la mano de su Madre. Creerme que yo también soy llamado a ser parte de la Historia de la Salvación y que Él espera un SÍ generoso de mi parte, renovado cada día.
Estoy muy agradecido. Esta jornada será muy especial en mi memoria, en mi apostolado y en mi día a día. Aprendí mucho de la grandeza oculta en la pequeñez, en la sobriedad y en el encuentro simple y auténtico con los demás. Valoré con nueva mirada la riqueza y universalidad de la Iglesia. Acogí la Palabra con un nuevo ardor en el corazón encendido por el Espíritu Santo, que es eterna novedad. Me descubrí enamorado y sediento de un vino nuevo y dispuesto a abrirle camino a la gracia, colaborar con sencillez a que el amor alcance expresiones cada vez más acabadas en mí, pero esta vez con María. Quiero aprender de Ella a estar, a esperar, a amar, a servir, a alegrarme, a aceptar la voluntad de Dios, a enamorarme y permanecer en el amor, hasta la Cruz y hasta la Gloria. "Antes, solo, no podías. Ahora, has acudido a la Señora, y, con Ella, ¡qué fácil!", San Josemaría Escrivá de Balaguer.