Un presupuesto inicial, que puede parecer una obviedad, es que se trata de estudiar la historia de la Iglesia, no la historia del cristianismo, ni la historia de las religiones. De ahí que convenga afirmar desde el principio la noción de Iglesia, que va a ser objeto de nuestro estudio. De acuerdo con el Concilio Vaticano II, se la define como “Pueblo de Dios”, “Cuerpo de Cristo” y “Sacramento universal de salvación”. A partir de esta vertiente sacramental de la Iglesia, se comprende que la Iglesia tenga también una dimensión en el tiempo. Por todo ello, el historiador de la Iglesia ha de tener en cuenta la dimensión teológica y a la vez ha de captar la coordenada “histórica”, que se cristaliza en realizaciones que la sitúan en el espacio y en el tiempo. |
Se comprende así la importancia que tiene para los creyentes conocer la historia de Iglesia, porque nos descubre sus raíces, y por tanto su identidad, para poder “dar razón de nuestra esperanza” (Mt 28, 19-20; Hch 1, 8). Otro motivo para el cristiano de nuestros días es certificar cómo la fe en Cristo se ha realizado a través del tiempo, descartando errores y rupturas que han servido para clarificar su doctrina. Desde otra perspectiva, el conocimiento de las influencias que la Iglesia ha ejercido sobre su entorno, así como viceversa, las influencias sociales, políticas y culturales que han influido sobre ella, enriquecen también a quien desee conocer mejor la historia, con independencia de su credo religioso. |
Desde un punto vista metodológico, el historiador de la Iglesia ha de proceder con una doble perspectiva: un enfoque teológico, por una parte, y por otra, una rigurosa metodología histórico-crítica. Una cuestión discutida será la división de la historia en períodos, que se comienza a utilizar a partir del siglo XVII. El término a quo es claro porque viene marcado por el comienzo de la era cristiana. Más complicado es marcar el final de cada Edad. Para marcar el final de la Edad Antigua, la mayoría de los historiadores señalan los siglos VII-VIII, por coincidir con el final de Época Patrística: año 636 en Occidente, y 749 en Oriente. La Edad Media abarcaría desde el final de la Antigua hasta el siglo XV inclusive, tomando como punto de inflexión el descubrimiento de América; mientras que la Moderna llegaría hasta finales del siglo XVIII, con la aparición de la Revolución francesa. La Edad Contemporánea se extendería hasta nuestros días. |
Páginas del manual que puede utilizar el alumno como introducción general a la materia:
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