¿Alguna vez has oído hablar de la Consagración a María? Al principio puede sonar extraño, impactante. ¿Qué conllevará eso?, ¿en qué cambiaría mi vida si decido dar ese paso? En realidad, es un acto importante en la vida de un cristiano. Significa entregarse a Cristo por amor a través de la Virgen María, esto es, viviendo según su ejemplo cada uno de nuestros actos y decisiones. Yo había oído hablar de esto desde mi adolescencia, cuando una tía mía me invitó a consagrarme a María. Sin embargo, estaba perdida, no comprendía bien lo que ello conllevaba ni cómo podía hacerlo: “¿Yo sola?, ¡no! Tengo que encontrar un grupo, ya llegará la ocasión…”, me decía. Y la ocasión llegó, porque cuando Jesús nos llama, no se cansa. Sus tiempos son distintos a los nuestros y sus métodos un misterio para nuestro entendimiento, pero por muchas vueltas que demos, si lo escuchamos siempre acabamos en sus brazos. Por eso, sentí que todo se iluminaba cuando unos amigos me propusieron consagrarme con ellos. Después de varias semanas de preparación, me llegó la noticia de que un grupo de mi ciudad iba a recibir formación con el mismo fin, y que la consagración llegaría dentro de muy poco. Y es así como fui descubriendo a muchas personas que ya lo habían hecho, quizás algunas que ya conocía pero con las que nunca había hablado de ello, y a otras de mi entorno a las cuales mi testimonio les despertaba el mismo anhelo. Realmente, consagrarnos a la Virgen es hacernos pequeños, reconocernos como hijos suyos y cogerla de la mano para que sea ella la que nos lleve a Jesús. Podríamos decir que es un atajo, un camino directo al Cielo, sin laberintos. Ella ya conoce ese camino y quiere ayudarnos a recorrerlo. Porque, ¿de qué manera podemos estar más cerca de Cristo que a través de un corazón puro como el de su madre, quien lo amó con total intensidad? Con sincera humildad ella dijo “Sí”, se dejó guiar por el Señor y con una confianza ciega aceptó su voluntad. Por eso, si sientes ese llamado a vivir con plenitud tu amor por Jesús, a poner tu vida en sus manos para que sea Él quien obre en ti mientras tú te dejas llevar, que sea María, tu Madre, la que te lleve hasta su Hijo. Tanto la amó Dios que se hizo hombre a través de ella, fue su elegida, y así el corazón de la Virgen se inundó de ese mismo amor con el cual quiere ahora llenar a toda la humanidad. No tengas miedo, cuando el Señor entra en tu vida, solo puede mejorarla. Y teniendo tal ejemplo en nuestra familia, ¿qué puede salir mal? Para mí este proceso ha sido un descubrimiento. He aprendido a conocerme mejor a mí misma, he sabido ver con mayor claridad qué es lo que el Padre espera de mí, y me he sorprendido gratamente al ver cuántos otros jóvenes –y no tan jóvenes– quieren vivir con convicción el amor de Dios, cada día de su vida. Y tú, ¿te animas a dar un paso más?
Puedes encontrar un modo muy concreto y práctico de realizar la consagración a María en la web Mater Coeli.