"El tiempo de la familia, lo sabemos bien, es un tiempo complicado y lleno de asuntos, ocupado y preocupado. Es siempre poco, nunca es suficiente, hay tantas cosas por hacer. Quien tiene una familia aprende rápido a resolver una ecuación que ni siquiera los grandes matemáticos saben resolver: hacer que veinticuatro horas rindan el doble. Hay mamás y papás que por esto podrían ganar el Premio Nobel. De 24 horas hacen 48: ¡no sé cómo hacen, pero se mueven y lo hacen! ¡Hay tanto trabajo en la familia!" "El espíritu de oración restituye el tiempo a Dios, sale de la obsesión de una vida a la que siempre le falta el tiempo, vuelve a encontrar la paz de las cosas necesarias y descubre la alegría de los dones inesperados. Buenas guías para ello son las dos hermanas Marta y María, de las que habla el Evangelio. Ellas aprendieron de Dios la armonía de los ritmos familiares: la belleza de la fiesta, la serenidad del trabajo, el espíritu de oración (cf. Lc 10, 38-42). La visita de Jesús, a quien querían mucho, era su fiesta. Pero un día Marta aprendió que el trabajo de la hospitalidad, incluso siendo importante, no lo es todo, sino que escuchar al Señor, como hacía María, era la cuestión verdaderamente esencial, la «parte mejor» del tiempo". "El nacimiento es también una invitación a la contemplación. Nos recuerda la importancia de detenerse. Ante una sociedad frenética, el belén nos hace dirigir nuestra mirada a Dios, que es pobre de cosas, pero rico de amor, nos invita a invertir en lo importante, no en la cantidad de bienes, sino en la calidad de los afectos.".
"La oración brota de la escucha de Jesús, de la lectura del Evangelio. No os olvidéis de leer todos los días un pasaje del Evangelio. La oración brota de la familiaridad con la Palabra de Dios. ¿Contamos con esta familiaridad en nuestra familia? ¿Tenemos el Evangelio en casa? ¿Lo abrimos alguna vez para leerlo juntos? ¿Lo meditamos rezando el Rosario? El Evangelio leído y meditado en familia es como un pan bueno que nutre el corazón de todos". "El pesebre es un Evangelio vivo, no lo olvidemos, que nos recuerda que Dios se ha hecho hombre. Es bonito detenerse delante del nacimiento y confiar al Señor las personas, las situaciones, las preocupaciones que llevamos dentro".
"Yo te aconsejo que, en tu oración, intervengas en los pasajes del Evangelio, como un personaje más. Primero te imaginas la escena o el misterio, que te servirá para recogerte y meditar. Después aplicas el entendimiento, para considerar aquel rasgo de la vida del Maestro: su Corazón enternecido, su humildad, su pureza, su cumplimiento de la Voluntad del Padre. Luego cuéntale lo que a ti en estas cosas te suele suceder, lo que te pasa, lo que te está ocurriendo. Permanece atento, porque quizá El querrá indicarte algo: y surgirán esas mociones interiores, ese caer en la cuenta, esas reconvenciones", Amigos de Dios; San Josemaría. "Llégate a Belén, acércate al Niño, báilale, dile tantas cosas encendidas, apriétale contra el corazón… No hablo de niñadas: ¡hablo de amor! Y el amor se manifiesta con hechos: en la intimidad de tu alma, ¡bien le puedes abrazar!", Forja 345; San Josemaría.
"Acercarse a Belén" narra 12 historias de 12 protagonistas del belén, para que reces haciéndote niño delante de ese Dios que se hace pequeño para que nos sea más fácil acercarnos a Él:
Te animamos a que después sigas tú rezando por tu cuenta delante del belén, dejando volar tu imaginación, y poniéndote en el lugar de otros personajes: del perro recostado a los pies del Niño, de Baltasar, la lavandera, los ángeles encargados de anunciar la venida del Mesías, los camellos de oriente que hicieron de carruajes de los Reyes Magos, el herrero, el granjero...