"En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo y exclamó a gritos: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" Y dijo María: "Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen". (Lucas 1, 39-49)
Dado que el mundo no puede dar la paz que el alma busca, la verdadera paz, la paz perfecta del Señor, ¡tiene que venir de Él! Pero el mundo es ruidoso, llena nuestros oídos con todo tipo de desinformación sobre cómo encontrar la Paz. Incluso, sobre qué es la paz. ¿Es la seguridad económica? ¿La salud? ¿Es tener un plan de futuro? ¿Una buena familia? Los israelitas tenían tantas ideas y tan diferentes sobre lo que es la Paz como nos sucede hoy en día. Así, hay hombres y mujeres que consideran la posibilidad de aborto, porque piensan que ese niño que va a nacer va a sacudir su vida y cambiarla para siempre.
https://www.arguments.es/wp-content/uploads/comunicarlafe/2019/12/cuarta-semana-de-Adviento-paz-padres-401x600.jpg" alt="" width="460" height="688" />En su perfecta sabiduría, Dios nos envió a su único Hijo. Y Jesús fue enviado con la finalidad de cambiar el mundo para siempre. Después de generaciones de separación de Dios, después de innumerables puentes hechos con sacrificios, al ser humano le fue ofrecida la oportunidad de caminar de nuevo con Dios en la carne, en la tierra. Dios no nos ofreció simplemente la Paz, era el Príncipe de la Paz. El Cordero de Dios nació en un pesebre, quizás entre ovejas mezcladas con burros y el ganado para ser el último sacrificio cruento que el Padre demandaba al mundo. Lo envolvió en una piel humana, para caminar entre nosotros. Para enseñarnos de modo que pudiéramos conocer de su propia boca lo que es la Paz. Después, Él murió por nosotros. Gracias a su Nacimiento, Vida, Muerte y Resurrección, podemos conocer la paz y tener paz eternamente.
Esta semana, unámonos en la oración: