La oración consiste en elevar el corazón a Dios. Cuando una persona reza, entra en una relación personal con Dios, en una relación de amistad con Dios.
“Mira qué conjunto de razonadas sinrazones te presenta el enemigo, para que dejes la oración: “me falta tiempo” —cuando lo estás perdiendo continuamente—; “esto no es para mí”, “yo tengo el corazón seco”... La oración no es problema de hablar o de sentir, sino de amar. Y se ama, esforzándose en intentar decir algo al Señor, aunque no se diga nada”, San Josemaría, Surco, 464.
La oración de los cristianos pasa a través de mediaciones concretas: la Sagrada Escritura, los Sacramentos, los ritos litúrgicos, la comunidad.
Aquí encontrarás algunas claves para aprender a rezar en cualquier ocasión, cómo adorar a Dios en la Eucaristía y rezar con el alma y con el cuerpo; y por supuesto, recursos para hacer oración.
Con la oración, nos dirigimos a Dios y le expresamos nuestras inquietudes y preocupaciones. Es cierto que con la oración Dios nos concede lo que le pedimos, pero solo cuando eso que pedimos sea lo que realmente necesitamos. No tendría sentido que nos concediera cosas que no nos convienen, y el hombre no siempre acierta a saber qué es realmente mejor para él. La buena oración no es la que logra que Dios quiera lo que yo quiero, sino la que logra que yo llegue a querer lo que quiere Dios.
El que reza no puede pretender que Dios haga el trabajo que le corresponde hacer a él. La oración no es una simple espera de que alguien venga a resolver lo que nosotros hemos de resolver. Ni es la aceptación cansina de errores o injusticias que estaría en nuestra mano atajar. Tampoco es un vano y supersticioso intento de obtener un poder oculto sobre los bienes de este mundo.
"Orar no es otra cosa que hablar de amistad con quien sabemos nos ama", Santa Teresa de Calcuta. En el silencio del corazón es donde habla Dios. Dios es amigo de ese silencio. Y necesitamos escuchar a Dios, porque lo que importa no es lo que nosotros le decimos, sino sobre todo lo que Él nos hace ver.
“Me has escrito: “orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?” —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: “¡tratarse!””, San Josemaría, Camino, 91
“Dadme un Cuarto de Hora de oración al día y os prometo el cielo”, Santa Teresa de Jesús. Así que, ya sabes, ¿por qué no lo intentas?