El año litúrgico celebra la obra salvadora de Cristo en el tiempo, pero es también expresión de la respuesta de conversión y de fe por parte de la Iglesia. Se trata de hacer presente el misterio de Cristo en el tiempo de los hombres para reproducirlo en sus vidas, para que lo asimilen. Es un deber de la Iglesia celebrar en días determinados la obra salvadora de Jesucristo. Así, cada semana se conmemora el misterio de Cristo en el día “del Señor”, el domingo. Además, en el círculo del año se desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la venida gloriosa del Señor. Con la celebración se abren las riquezas del poder santificador y de los méritos del Señor, de tal manera que se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y asumirlos. En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, se venera con amor especial a la Virgen María. Además, la Iglesia introdujo el recuerdo de los mártires y de los demás santos, en los que proclama el misterio pascual cumplido en ellos y nos los propone como ejemplos. ">https://www.arguments.es/wp-content/uploads/liturgia/2019/01/cathopic_1542832567584385-e1547744093497.jpg">
">https://www.arguments.es/wp-content/uploads/liturgia/2019/01/calendario-liturgico.jpg">El año litúrgico, con sus diversas etapas, actúa como un troquel que imprime en nuestra alma la imagen de Cristo y que nos moldea y asemeja cada vez más a Él. El continuo discurrir de años litúrgicos no es circular, de eterno retorno, sin progreso, estando siempre en el mismo lugar, sino que es como una espiral que asciende por un cono. Nunca estamos en el mismo punto, aunque comencemos de nuevo a considerar esos misterios. Siempre estamos más asimilados e insertados sacramentalmente en Cristo. Esta es la tarea y función del año litúrgico. Su grandeza reside en que pasa casi inadvertida, pero es eficaz. Sacramento a sacramento, oración a oración, somos cada vez más semejantes a Jesús, presente y operante en los misterios.
La Iglesia tiene varios tiempos litúrgicos, y cada uno, se le asigna un color y un sentido:
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Hace unos días comenzamos, otra vez, un nuevo tiempo litúrgico, el más largo: el Tiempo Ordinario. En él, a diferencia del resto de tiempos fuertes (Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascual) no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo, sino todo el misterio completo. Esta es la razón por la cual se le denomina “Tiempo Ordinario”. El color propio de este Tiempo es el verde, que simboliza la esperanza en la segunda venida del Señor.