Son aquellos que contienen los textos y las indicaciones para la celebración litúrgica, oficialmente editados en la Iglesia. A esta edición oficial se le llama edición típica y está escrita en latín. A partir de ella se realizan las traducciones a las lenguas vivas.
Su recopilación y fijación se llevó a cabo a partir del siglo VI. En la actualidad se consideran como libros litúrgicos los siguientes:
Fuente: J. A. Abad, Diccionario de la Eucaristía, Monte Carmelo, Burgos 2005
Este término designa a los distintos libros que recogen los textos de la Sagrada Escritura destinados a ser proclamados durante la Liturgia de la Palabra.
Conforme a las disposiciones del último Concilio, el nuevo Leccionario ha distribuido la lectura de la casi totalidad de la Sagrada Escritura durante el curso completo del año litúrgico. Para llevar a cabo esta tarea, el Leccionario ha previsto un ciclo trienal para los domingos (A, B, C) y un ciclo bienal para los días feriales.
Los domingos poseen tres lecturas: Antiguo Testamento, Epístolas del Nuevo Testamento y Evangelio. Las lecturas evangélicas del Tiempo Ordinario corresponden a Mateo, Marcos y Lucas, según el orden previsto en el ciclo trienal (A, B y C). El Evangelio de San Juan se lee en Cuaresma, en Pascua y en las semanas 17 a 21 del ciclo B del Tiempo Ordinario. Evangelio y Epístola discurren de modo semicontinuo, no estando armonizados entre sí, mientras que la lectura del Antiguo Testamento está escogida en orden al Evangelio del día, como figura o anuncio de la realidad actuada en Jesucristo.
Los días feriales, como ya ha quedado dicho, siguen un ciclo bienal para la primera lectura, siendo el Evangelio común en los dos años.
Fuente: Introducción al Nuevo Misal Popular Iberoamericano, vol. II, p. 186
Durante varios siglos se usaron varios libros litúrgicos en la celebración de la Misa. A caballo entre el primer y segundo milenio nace un libro que los reúne a todos: el Misal Plenario.
Hasta nuestros días, y desde el siglo XIII donde el Misal cobró realmente importancia, los tres misales más importantes han sido: el de la Curia Romana, el de San Pío V (o de Trento) y el Pablo VI con sus correspondientes reediciones.
El Papa Pablo VI publicó el Missale Romanum (1970) que daba plena continuidad a la tradición eclesial del Misal de Pio V. Este misal contiene tres secciones:
El Misal Romano no es plenario y por ello necesita para la celebración Eucarística del Leccionario y el libro de la Oración de los fieles.
Fuente: J. A. Abad, Celebrar el misterio cristiano, EUNSA, Pamplona 2005