Dice Antoine de Saint-Exupéry en El Principito que “cuando el misterio es demasiado impresionante no es posible desobedecer”. No en vano la Eucaristía recibe el nombre de Mysterium fidei, el “misterio de fe, es decir, el inefable don de la Eucaristía, que la Iglesia católica ha recibido de Cristo, su Esposo, como prenda de su inmenso amor, lo ha guardado siempre religiosamente como el tesoro más precioso” (Beato Pablo VI, Enc. Mysterium fidei).
Fotografía de Álvaro García Fuentes.
Siendo tal la grandeza de la Eucaristía, en este blog no podemos olvidarla, de modo que en nuestra sección sobre la Eucaristía trataremos especialmente acerca de la Misa y sobre el culto eucarístico fuera de la Misa.
Queremos empezar hoy por algo muy inmediato: los nombres de la Eucaristía. A lo largo de los siglos y en la historia de las diversas tradiciones eclesiales –precisamente por su grandeza– los cristianos hemos utilizado varias expresiones para tan gran sacramento. El Catecismo de la Iglesia Católica, en los nn. 1328-1332, recoge varios de ellos, junto con una clave de lectura: no han de verse como visiones contradictorias y contrapuestas, sino que cada nombre “evoca alguno de sus aspectos” de manera complementaria.
Significa acción de gracias, tomando la palabra directamente de la Última Cena (1 Cor, 11,24: “pronunciando la Acción de Gracias…”), según el modo judío de bendecir.
En referencia a la Última Cena, y como anticipación del banquete de las bodas del Cordero, como lo cuenta el libro del Apocalipsis (Ap 19)
A imagen de aquel gesto utilizado por Jesús en diversas escenas del Evangelio. Así es como los primeros cristianos denominaban al rito eucarístico (cfr. Hch 2,42.46; 20,7.11).
Por el carácter asambleario de la celebración eucarística.
Junto con sus variantes (Sacrificio del altar, de alabanza, espiritual…), debido a que actualiza el sacrificio del Calvario.
Utilizado más en las tradiciones orientales, este nombre se debe a que es el centro de toda la vida eclesial, y también por ser la expresión más densa de esta misma vida. A esta misma idea responden otros nombres como Santísimo Sacramento y los santos misterios.
Porque a través de este sacramento nos unimos a Cristo y a su cuerpo místico, que es la Iglesia.
Se le denomina también cosas santas, pan de los ángeles, pan del cielo, medicina de inmortalidad, viático, etc. Cada una de estas expresiones merece una entrada en nuestro blog.
Pero sin lugar a duda, en el día a día el nombre más utilizado es Santa Misa, o sencillamente Misa. Esta denominación proviene de las palabras en latín con las que concluye el rito: “Ite, missa est”.
Antiguamente missa significaba “terminada”, pero con el paso del cristianismo, fue evolucionando su significado para acabar siendo “misión”. De este modo el sacerdote o el diácono despiden a la asamblea “para que cada uno regrese a su bien obrar, alabando y bendiciendo a Dios” (OGMR, n. 90), es decir, para continuar la labor cristiana en el mundo. De modo que el cristiano tiene que vivir lo celebrado en la Misa, hacer de este sacramento el centro de su vida y llevar una vida digna donde la Eucaristía sea su centro, su punto de referencia. Así, el envío del “Ite, missa est” es un recordatorio de las invitaciones evangélicas de ser “sal de la tierra” y “luz del mundo”(cf. Mt 5,13-14) y de “id, y haced que todos los pueblos sean mis discípulos” (cf. Mt 28,19).
BIBLIOGRAFÍA: