Éstas y otras preguntas similares nos las hemos formulado muchas veces. Es difícil tener la seguridad absoluta de que Alguien a quien no ves está realmente presente y operante, y muchas veces, más que cualquier persona que estamos viendo con nuestros ojos. La presencia de Dios hay que verla con los ojos del alma lubricados con el colirio de la fe. Ésta es la primera premisa para poder “ver” y “sentir” la presencia de Dios.
Dios se hace presente a los hombres, principalmente en las acciones litúrgicas. Así, cuando estamos celebrando los sacramentos Cristo está presente en medio de nosotros, dándoles su fuerza y operatividad. El sacerdote es quien realiza físicamente la acción, pero en verdad lo hace in persona Christi: es Cristo mismo quien lo está haciendo. En las celebraciones litúrgicas Cristo se hace presente para darnos la salvación, para que, sacramentalmente, participemos de un modo verdadero y real de sus bienes. ">https://www.arguments.es/wp-content/uploads/liturgia/2019/01/Preparando-incienso-plano-detalle-5.png">
Pero también está presente en medio de su Iglesia y de sus discípulos cuando cantan salmos y elevan súplicas al cielo. Está presente cuando dos o más se reúnen en su Nombre y rezan. ¿Quiere decir esto que si rezo solo no hay presencia de Dios? Sí que hay presencia de Dios, pues somos templos del Espíritu, unos templos desde los cuales ofrecer a Dios el incienso de nuestra oración y nuestros sacrificios agradables a Él. Si rezo yo solo Dios está presente, a mi lado, sosteniendo mi oración y alentándola con la fuerza del Espíritu Santo. ">https://www.arguments.es/wp-content/uploads/liturgia/2019/01/Dios-presente-en-la-Iglesia-e1548928609415.jpg">
Otro aspecto que últimamente está muy difuminado es la presencia de Dios en la creación. Toda obra lleva marcada la huella de su autor, y el mundo creado no es una excepción. La creación entera es un canto de alabanza al Creador. Pero también es una noticia a todo aquel que quiera verla, escucharla. Es un libro continuamente abierto que sin hablar proclama la grandeza, belleza, sabiduría, amor y libertad de Dios. Cuando te paras a contemplar el horizonte, un paisaje conmovedoramente bello y elevas tu alma a Dios, Él está presente.
¿Puede haber presencia de Dios en objetos tales como crucifijos, imágenes, altares…? Sin duda alguna, hay. Cuando Dios se encarnó se hizo “representable”. Así, en cualquier imagen del Señor hay presencia suya. Pero es una imagen, no es la realidad. Esa imagen está hecha para conducirlos a la realidad que representan. ">https://www.arguments.es/wp-content/uploads/liturgia/2019/01/Cristo-capilla-Santísimo-3-e1548927543742.jpg"> En el Crucifijo hay presencia de Dios pues nos está continuamente recordando su entrega por nosotros en la Cruz, pero una cruz que lleva consigo la resurrección. Ningún día sin cruz, pues la cruz es fuente de todas las bendiciones posibles. Es curioso un hecho: a la cruz, como a las imágenes, se hace una reverencia en señal de respeto. Sin embargo, el Viernes Santo a la cruz se le hace genuflexión y se adora. Es el día de la crucifixión del Señor, y ese madero es el madero santo del cual pendió la Vida. ">https://www.arguments.es/wp-content/uploads/liturgia/2019/01/cathopic_1509473299299897.jpg"> El altar es Cristo. Por tanto, hay una presencia suya. Así, se le venera con un beso al inicio y al fin de las celebraciones litúrgicas y se hace reverencia ante él. El altar sería una mera piedra o un trozo de madera si no fuera porque está consagrado para el culto. El altar el consagrado y ungido con crisma. Así adquiere una mayor dignidad, la dignidad de celebrar sobre él el sacrificio de la Misa. No es, por tanto, una mesa más, sino la mesa del Señor. ">https://www.arguments.es/wp-content/uploads/liturgia/2019/01/Sagrario-capilla-Santísimo-1.jpg">
La Eucaristía, la presencia del Señor en el Santísimo Sacramento del Altar es distinto, porque no es una imagen, es la realidad. Allí está Cristo presente con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. Por eso adoramos a Dios en la Eucaristía. Ante una imagen no nos arrodillamos, y ante el Santísimo sí. Esto es indicativo, pues la rodilla solo se dobla ante Dios, nunca ante una imagen.