Es un hecho innegable que cada año la Semana Santa se celebra en una fecha distinta a la del año anterior. Nunca coinciden en años sucesivos. Estamos ante una fiesta con una fecha variable. ¿Qué significa esto? Pues básicamente, y aunque sea una obviedad podemos no caer en ella, que no se celebra en un día determinado y fijado para siempre. No es como la Navidad que se celebra el 25 de diciembre, o la Anunciación-Encarnación el 25 de marzo.
La Semana Santa tiene una fecha variable debido a su origen: a la celebración de la Pascua judía. Era la mayor fiesta y la fecha de su celebración se determinaba por el calendario lunar. Jesús celebró la Pascua todos los años de su vida mortal, pero en su última celebración, en la Última Cena, instituyó la celebración de la Nueva Pascua. Los cristianos celebramos la Nueva Pascua. La Pascua judía es un recuerdo del paso entre el pueblo y de la salvación del Señor cuando estaba cautivo en Egipto. Era figura. La Nueva Pascua es la celebración y actualización del paso del Señor y de su salvación, paso de Jesús de este mundo al Padre y de nuestra salvación por todo el misterio pascual celebrado intensamente en estas fechas de Semana Santa. La figura ha dado paso a la realidad. Desde el siglo III la Iglesia celebra la Pascua el domingo posterior a la primera luna llena de primavera. De aquí el baile de fechas cada año. Semana Santa puede caer entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Ni antes ni después.
Te dejamos ahora un calendario de las fechas de Semana Santa de cada año. Tomamos como fecha de inicio el Domingo de Ramos, día en el cual Jesús entró triunfante en Jerusalén para vivir su Pasión, Muerte y Resurrección.
Recuerda, no obstante, que Semana Santa no es una semana de vacaciones sino de devociones. No busques la fecha de Semana Santa sólo para saber cuándo reservar el hotel. Busca para saber el inicio de la Cuaresma, para iniciar un camino de conversión más fuerte en aquellos aspectos que estás más necesitado de recibir la iluminación y sanación de la gracia de Dios. Inclina la cabeza, recibe la ceniza, camina con humildad, entra en Jerusalén, toma tu cruz, muere a ti mismo y al pecado y resucita. Así no será una semana de vacaciones sino de devociones, una semana bien aprovechada para la vida eterna porque la habrás ido preparando como quien sabe que está haciendo la maleta para hacer el viaje de vuelta a casa, al cielo.