La celebración de Viernes Santo es una de las más representativas y profundas de la liturgia y piedad de la Iglesia. Se conmemora la crucifixión y muerte del Señor, razón por la cual los fieles guardan ayuno y abstinencia de carne como penitencia por sus pecados que han merecido tales tormentos al Señor.
Viernes Santo es un día a-eucarístico pero no a-litúrgico. No hay celebración de la Eucaristía, pero sí celebraciones litúrgicas. En lugar de la Eucaristía se celebra la Liturgia de la Pasión del Señor a la hora más cercana a las 15:00, por ser la hora en que murió Jesús. Los ornamentos de este día son de color rojo por la sangre derramada por Jesús en la Cruz y a lo largo de toda su Pasión. Es una celebración austera pero muy rica en significado. Los altares están desnudos, sin manteles ni adornos, pues han sido despojados tras la celebración de Jueves Santo.
En la celebración litúrgica de Viernes Santo hay varias cosas peculiares.
Ya se empieza significativamente: en adorante y sobrecogedor silencio, el obispo y sacerdotes postrados en tierra mientras que el resto de fieles están de rodillas. En este día se proclama la Pasión entera, igual que Domingo de Ramos.
Es el único día del año en el que la cruz se adora, no se venera. La Cruz recibe el obsequio de nuestra genuflexión. Doblamos la rodilla ante ella. Esta cruz es mostrada al pueblo siendo despojada del velo que la cubre a la aclamación “Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo. Venid, a adorarlo”. Tras esto, los fieles adoran la cruz con una genuflexión y un beso.
La colecta de este día es especial, pues está destinada al sostenimiento de los Santos Lugares en Tierra Santa.
Este día es también marco cronológico para muchas devociones populares en torno a la Pasión del Señor. Es costumbre rezar el Via crucis, la meditación de las Siete Palabras que el Señor pronunció en la Cruz, las procesiones del entierro y la vela ante el sepulcro. En este día que como hemos dicho es a-eucarístico por estar de luto por la muerte del Señor, al igual que el Sabado hasta la celebración de la Vigilia Pascual, la Iglesia, en señal de su duelo también, hace callar las campanas que volverán a sonar cuando se anuncie que Cristo ha resucitado. En su lugar suenan unas matracas de madera, con un sonido muy característico. El órgano tampoco suena y el canto es monódico, evitándose la polifonía. Otras costumbres y tradiciones de este día es cubrir las imágenes de Jesús con una tela morada, y que serán descubiertas el Domingo de Resurrección. La imagen de la Virgen María se viste de luto por el profundo dolor causado por la muerte de su Hijo. Los fieles de la parroquia, sobre todo en la procesión del Santo Entierro también lo hacen.
Para poder vivir bien este día te recomendamos lo siguiente: