El segundo domingo de Pascua, la Iglesia celebra el domingo de la Divina Misericordia. “La humanidad no tendrá paz, hasta que torne confianza en mi misericordia”. Esta devoción se debe a unas revelaciones particulares a santa Faustina Kowalska.
La fiesta de la Divina Misericordia fue instituida por San Juan Pablo II en el Jubileo de 2000, quien a su vez, falleció años después el sábado anterior a esta fiesta (el 2 de abril de 2005). “En todo el mundo, el II Domingo de Pascua recibirá el nombre de Domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros”, San Juan Pablo II.
Como hemos dicho anteriormente, esta fiesta se celebra el segundo domingo de Pascua. La imagen de la Divina Misericordia representa a Jesús en el momento en que se aparece a los discípulos en el Cenáculo -tras la Resurrección-, cuando se les da el poder de perdonar o retener los pecados. Este momento viene recogido en Juan 20: 19-31, que es la lectura del Evangelio de este domingo. La lectura se proclama en ese día porque incluye la aparición de Jesús al apóstol Tomás (en la que Jesús lo invita a tocar sus llagas). Esto ocurrió en el octavo día después de la Resurrección (Juan 20:26) y por ello se utiliza en la liturgia ocho días después de la Pascua.
Esta fiesta la celebró por primera vez el Cardenal Angelini Fiorenzo el Domingo 11 de Abril de 1999 en la Basílica de San Pedro, en Roma. Una gran multitud de devotos de la Divina Misericordia acudieron a las ceremonias. En el año 2000 el Papa San Juan Pablo II canonizó a Santa Faustina y durante la ceremonia declaró: “así pues, es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de ‘Domingo de la Divina Misericordia’”, (Homilía, 30 de Abril, 2000).
Esta devoción se comenzó a difundir a partir del diario de una joven monja polaca en 1930: Santa María Faustina Kowalska. El mensaje no es nada nuevo, pero nos recuerda lo que la Iglesia siempre ha enseñado por medio de las Sagradas Escrituras y la tradición: que Dios es misericordioso y que perdona; y por tanto, nosotros también debemos ser misericordiosos y debemos perdonar a los demás. Este mensaje llama a las personas a un entendimiento más profundo sobre el Amor ilimitado de Dios y la disponibilidad de este Amor a todos – especialmente a los más pecadores. Esta monja, en obediencia a su director espiritual, escribió un diario de alrededor de 600 páginas que relatan las revelaciones que recibió sobre la Misericordia de Dios. Sus escritos son la base de esta extendida devoción. Aún antes de su muerte en 1938 se comenzó a acudir e implorar a la Divina Misericordia por todo el mundo.
https://www.arguments.es/blogjmj/santa-faustina-kowalska-patrona-de-cracovia-2016/
La Misericordia de Dios es más grande que nuestros pecados. Tener devoción a la Divina Misericordia requiere de una entrega total a Dios como Misericordia. Es la decisión de confiar completamente en Él, en aceptar su Misericordia con acción de gracias y de ser misericordioso como Él es Misericordioso.
La Misericordia de Dios se propaga por medio de nuestras acciones, palabras y oraciones. "En estas tres formas está contenida la plenitud de la misericordia", le dice el Señor a Sor Faustina (Diario 742).
La Iglesia distingue entre obras de misericordia corporales y espirituales.
La Coronilla es un conjunto de oraciones utilizadas como parte de la devoción a la Divina Misericordia. Se suele rezar a las 3:00 pm (el momento de la muerte de Jesús) utilizando las cuentas del Santo Rosario, pero con un conjunto diferente de oraciones. En su Diario Santa Faustina recoge la visión que tuve de Dios: "Alienta a las personas a decir la Coronilla que te he dado. (…) Quien la recite recibirá gran misericordia a la hora de la muerte. Los sacerdotes la recomendarán a los pecadores como su último refugio de salvación. Aún si el pecador más empedernido hubiese recitado esta Coronilla al menos una vez, recibirá la gracia de Mi infinita Misericordia. Deseo conceder gracias inimaginables a aquellos que confían en Mi Misericordia". Y en otra ocasión: "Cuando recen este Tercio junto a los agonizantes, Yo me pondré entre el Padre y el alma agonizante, no como justo Juez, sino como Salvador Misericordioso". Te recomendamos echar un vistazo a esta guía visual de Catholik Link para rezar la Coronilla.
“Oh sangre y agua que brotaron del Sacratísimo Corazón de mi Jesús, como fuente inagotable de Misericordia para todas las almas. Confiemos en Ti”.
"Pedid a nuestro buen Dios que fortalezca la fe, incremente el amor y aumente la paz en nuestros días. Que me haga a mí, su humilde siervo, idóneo para su tarea y útil para vuestra edificación, y me conceda prestar un servicio tal que, junto con el tiempo que se me conceda, crezca mi entrega. Amén".
"Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la misericordia misma; en ti toda mi esperanza".
"No es posible pensar en la Divina Misericordia sin la Resurrección del Señor, porque la Resurrección del Señor, la Pascua del Señor es el culmen de la revelación de la Misericordia de Dios, aquella apertura a la vida, a la vida eterna. Es un don supremo que Dios ofrece al hombre en Cristo. Jesús ha venido al mundo precisamente para revelar el rostro misericordioso de Dios". ">https://opusdei.org/es-es/article/papa-francisco-misericordia-et-misera-carta-apostolica/">Carta Apostólica “Misericordia et Misera”, del Papa Francisco, al concluir el Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Los discursos del Papa Francisco sobre la misericordia durante la JMJ de Cracovia: Descargar ebook ¡Viva la Misericordia!
"El Señor ha llevado consigo sus heridas a la eternidad. Es un Dios herido; se ha dejado herir por amor a nosotros. Sus heridas son para nosotros el signo de que nos comprende y se deja herir por amor a nosotros. Nosotros podemos tocar sus heridas en la historia de nuestro tiempo, pues se deja herir continuamente por nosotros. ¡Qué certeza de su misericordia nos dan sus heridas y qué consuelo significan para nosotros! ¡Y qué seguridad nos dan sobre lo que es él: "Señor mío y Dios mío"! Nosotros debemos dejarnos herir por él", Benedicto XVI. • Homilía de Benedicto XVI en el Domingo de la Divina Misericordia (15 de abril de 2007).