Querido Lucas: Cómo me alegra que me hayas pedido que te cuente cómo es María. Lo más importante de todo es que es mi mejor amiga. Yo diría aún más, es mi madre, mi hermana y mi reina. Cuando la conocí yo estaba muy lejos, pero muy lejos de Dios. No me imaginaba lo que la amistad con María me iba a dar a lo largo de los años. Pensaba que era una amiga más, como tantas que he tenido. Me lo pasaba genial con ella. Era de esas amigas con las que siempre te apetece quedar. Siempre salía más contenta cuando hablaba con ella. Yo diría que tenía, que tiene, una imaginación increíble. Quizá te sorprende un poco esto. Sí, María era una mujer con una imaginación desbordante. Siempre tenía ocurrencias increíbles, sobre todo en los momentos difíciles. Por ejemplo, cuando hablábamos de otras amigas, ella nunca decía nada que no fuera una alabanza para las que no estaban presentes. Sin embargo, cuando nosotras empezábamos a hacer una crítica, constructiva por supuesto, pero crítica, ella siempre conseguía desviar la conversación de una forma inteligente y suave que nos parecía natural. Con el tiempo nos fuimos dando cuenta de que era imposible decir dos palabras seguidas menos favorables sobre nadie. A todas nos encantaba porque nos sentíamos muy seguras si María estaba en un grupo e intuíamos que lo haría así con todas. Qué buena es. No te lo imaginas. No es posible describir lo que sentía cuando estaba con ella. Siempre daba la sensación que te estaba esperando y que no tenía nada que hacer además de estar contigo. Todas las veces que he estado con ella, infinitas, he pensado que María disfrutaba conmigo. No me ocurre esto con nadie más. También demostraba su gran imaginación cuando empezábamos a hablar, yo no paraba, de cosas menos limpias. Cuando las amigas charlábamos a veces de frivolidades y tonterías, María cambiaba magistralmente de tema o nos hacía ver lo importantes que éramos como para rebajarnos a ser tratadas como un objeto. Qué seguridad junto a ella, qué paz, que horizontes, cuánto amor nos hacía sentir por nuestra vida y nuestro futuro. Sin embargo, el lugar donde María demostraba su imaginación prodigiosa era cuando nos hablaba del Mesías que iba a venir o cuando nos explicaba cómo pensaba ella que cambiaría el mundo. Parecía conocerlo personalmente, aunque todas pensábamos que era una soñadora. María soñaba despierta con devolver al mundo la paz, la alegría, la felicidad junto a Dios. Sin embargo, estaba siempre muy despierta. No vivía en las nubes. Nadie como ella se daba cuenta de las más pequeñas simplezas. Recuerdo que un día me había cortado un poco el pelo y casi nadie se dio cuenta. María lo percibió enseguida y me dijo que me quedaba genial. Hasta me pidió que se lo cortara a ella igual. Os imagináis. Ahora lo sabemos, pero antes nadie sospechaba que María fuera la madre de Dios, del Mesías. Era tan normal. Yo cortando el pelo a la Madre de Dios. Con María no nos aburríamos nunca. Sabía un montón de trucos, chistes y juegos. Cuando nos fuimos haciendo más mayores hablábamos de otras cosas, de nuestras familias, de la opresión de los romanos, de Dios, de la llegada de la primavera y la fiesta de la Pascua, de un mercader que había traído joyas del extremo oriente, de mil cosas… María no soltaba sermoncillos, como el rabino en la sinagoga. Nunca te decía lo que tenías que hacer y nunca te dejaba mal si te equivocabas. Siempre tenía, con esa creatividad tan particular, una salida divertida y valiente para cualquiera. Ya te he dicho que hablo mucho. Paro ya aunque podría escribir mil y mil detalles de cómo me quería María y cómo me quiere. Sigue siendo mi mejor amiga y me ha enseñado a agrandar mi corazón. Ahora caben muchas más personas y las quiero más, gracias a María. Ella me ha hecho descubrir horizontes increíbles para mi pobre vida. Con ella he aprendido que mi corazón no tiene fronteras y que en él cabe Dios, y por eso caben todos los hombres y todas las mujeres de la tierra. Bueno Lucas, espero que me mandes un ejemplar dedicado de tu libro. No temas decir cosas demasiado bonitas. Todas se quedarán cortas hablando de María. Un saludo y paz para ti y todos los tuyos. María Magdalena Esta carta forma parte del proyecto Cartas a san Lucas, en las que el autor, Diego Zalbidea ha imaginado qué dirían de la Madre de Dios los que más de cerca la trataron. Las cartas han sido escritas para ayudar a soñar y a rezar. Pero no se trata de aportar una hipótesis ni una posible versión de los hechos. El libro electrónico "Querido Lucas", que contiene todas las cartas se puede descargar de forma gratuita.