Los pies de María - Carta de Marta de Betania

09/05/2018 | Por Arguments

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Hola Lucas: Ya me ha dicho María mi hermana que nos habías escrito. En realidad, ella es la que mejor te puede explicar todo. A mí siempre me había dado un poco de envidia cómo trataba a Jesús y a su madre. Sin embargo, con el tiempo he comprendido que a mí me querían más. A mi hermana no se lo puedo decir, porque se pone como una pantera pero, de verdad, a mí me quieren de una forma muy especial. Yo no sé si es más o menos. Estas dos palabras, más y menos, no sirven para hablar de amor y de cariño. Si se quiere más a otra persona entonces no se ama de verdad a la primera. El amor exige que cualquier relación sea única e irrepetible y así es como yo me sentía tratado por María. Perdona que te hable de mí, pero es para que entiendas lo que quiero contarte de ella. Yo soy muy práctica, no me puedo estar quieta ni un minuto. En cambio, mi hermana María está un poco en las nubes, es muy creativa y siempre tiene ideas brillantes y luminosas. A mí me gusta más tocar la tierra. Esto es lo que hay. Me gusta ser realista. No soñar con que las cosas podrían ser diferentes, si no aceptar lo que hay y tratar de llevarlo lo mejor posible. Por eso la madre de Jesús, me parece increíble. Ella es capaz de hacer las dos cosas y vivir de ambas formas a la vez con paz, disfrutando de cada instante. Es realista y práctica, y a la vez, profunda y sensible. No sé cómo lo hace compatible pero en ella no son dos cosas diferentes. Yo me paralizo cuando la veo tan sonriente mientras sirve. Es capaz de tener los ojos fijos en su Hijo y no quejarse por la cantidad de trabajo. Por eso quiero hablarte de sus pies. Nunca estaba quieta tampoco. Cuando yo quería adelantarme a servir a Jesús, siempre estaba ahí por si necesitaba algo. Siempre en pie, como luego junto a la Cruz de su hijo. Ella me ha enseñado que puedo demostrar mucho cariño con cosas muy materiales y pequeñas. Es más, que hay mucho más amor a veces en esa forma querer. Es más silenciosa, menos aparente y mucho más libre. No es tan directa y a mí me va mejor porque yo soy de tragar y poner buena cara. Me cuesta mucho decir las cosas, hasta que reviento. Entonces sí, como aquel día en Betania, que me atreví a quejarme ante Jesús, el Mesías, de todo el trabajo que tenía. Tendrías que haber visto el salto que pegó María, cómo se puso en pie, y le dijo a Jesús: Deja, yo le ayudo. Sonriente, le quitó hierro al momento y me pasó su brazo por mi hombro para acompañarme a la cocina, mientras me decía: ven hija que tienes toda la razón, pobre criatura, te hemos dejado sola. Allí me derrumbé. Empecé a llorar como una niña. No sabía por qué había sido tan estúpida de quejarme de lo que más me gusta en el mundo. Ella me consolaba y me decía que Jesús estaba encantado en nuestra casa y que eso era culpa mía sobre todo. Que debía alegrarme porque mi hermana también había encontrado su forma de querer a Jesús, y que él nos quería a cada una con toda la divina locura de su corazón. Me secó las lágrimas con su manto y no te puedo explicar lo que sentí porque ni yo misma sé lo que sucedió. Fue muy rápido. Me invadió una gran paz y comprendí que a Jesús, el Hijo de Dios vivo, le gustaba mucho estar en mi casa, cenar con nosotros, comer mis guisos (y mis croquetas) y descansar pacíficamente en casa de amigos de verdad. Supe que Dios era feliz gracias a mí y esa convicción me hizo sentir la mujer más satisfecha del mundo. Llenó mi corazón de un gozo y una paz que hacen que hoy no pueda acordarme de ese momento sin ponerme risueña y optimista. Los pies de María siempre están preparados para salir. Siempre está en posición de salida. Es muy difícil verla parada y distraída. Siempre juguetea con sus alpargatas, muy gastadas pero preciosas. Tiene un 37 pero da unas zancadas que le hacen llegar a cualquier lugar enseguida. Parece que no toca el suelo pero en realidad no se despega de él en ningún momento. Yo diría que no le pesa la vida, ni el día, ni las horas, ni su cariño por nosotros. Es ligera al andar, no hace ruido, y nunca da golpes. Bueno Lucas, ya ves las bobadas en que nos fijamos las mujeres, pero esto es lo que hay. María es un encanto. Siempre parece que está de fiesta. Todo parece muy sencillo junto a ella. Las dificultades se superan, los problemas se hacen sencillos y las soluciones son evidentes. Si vas a decirle un piropo, sus pies ya se la han llevado a otro lugar donde servir. Aunque ya te lo ha recordado María, no te olvides, por favor, del jarabe de jengibre para Lázaro. A veces se piensa que es inmortal y no se abriga cuando sale a la calle en invierno. Nunca va a aprender, esto es lo que hay. Un saludo muy grande a todos y gracias, de verdad, Marta de Betania Esta carta forma parte del proyecto Cartas a san Lucas, en las que el autor, Diego Zalbidea ha imaginado qué dirían de la Madre de Dios los que más de cerca la trataron. Las cartas han sido escritas para ayudar a soñar y a rezar. Pero no se trata de aportar una hipótesis ni una posible versión de los hechos. El libro electrónico "Querido Lucas", que contiene todas las cartas se puede descargar de forma gratuita.    

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