1915. Lucía y tres compañeras estaban rezando el rosario cuando una figura muda y blanca como la nieve, a la vez que transparente, aparece. Al terminar de rezar desaparece con el mismo misterio que había aparecido. La historia del mensaje de Fátima había comenzado, y Dios empezaba a hablar, como siempre, en silencio y a los humildes de corazón. Este mensaje se iría desvelando, poco a poco, en las sucesivas apariciones del Ángel de la Paz y de la Santísima Virgen a ">https://www.arguments.es/rosario/lucia-pastorcillos-fatima/">Lucía, ">https://www.arguments.es/rosario/jacinta-pastorcillos-fatima/">Jacinta y ">https://www.arguments.es/rosario/francisco-pastorcillos-fatima/">Francisco, siendo la primera aparición de la Virgen el 13 de mayo de 1917. Ante la Virgen los pastorcillos caen de rodillas.
Todo el mensaje es una invitación a la adoración a Dios, pero una adoración que transforma la fe en esperanza y en amor: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo”. Este mismo espíritu de adoración hace que el espíritu propio se ofrezca y se entregue en reparación por los pecadores, “por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman”. Un mensaje de reparación por los pecados -pues ven inmersos en un mar de fuego a los pecadores-, que se ha de hacer no solo con la propia conversión a Dios y pidiendo la conversión del mundo entero, sino con el sacrificio constante y la oración, en especial el rosario diario. La devoción al Inmaculado Corazón de María, pedida por la Virgen junto al rosario, es un medio de conversión y de reparación, a la vez que el refugio y el camino que lleva hacia Dios. Hay un trasfondo eucarístico en el mensaje de Fátima. Los pastorcillos recibirán del Ángel de la Paz la Sagrada Comunión, pero ese don han de continuarlo, y es lo que les pide la Virgen: hacerlo vida. Ellos responden a la invitación afirmativamente. Así participan en el misterio eucarístico de Cristo, en su misión redentora, al darse a sí mismos a Dios por los demás en reparación por los pecados.