Santa Teresa de Calcuta, o también conocida como Madre Teresa, nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, una ciudad de los Balcanes. Como ella misma decía: “De nacimiento soy Albanesa, ciudadana de la India y por mi fe, soy una monja Católica; por mi llamada, pertenezco al mundo. De corazón, pertenezco completamente al Corazón de Jesús”. De pequeña estatura, firme como una roca en su fe, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres. “Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mi para que seamos su amor y su compasión por los pobres”. Fue un alma llena de la luz de Cristo, inflamada de amor por Él y ardiendo con un único deseo: “saciar su sed de amor y de almas”.
Falleció el 5 de septiembre de 1997. El Gobierno de la India la honró despidiéndola con un funeral de Estado, y su cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad. En poco tiempo su tumba comenzaría a ser un lugar de peregrinaciones y oración para gente de todas las creencias, ricos y pobres por igual.
El 19 de Octubre de 2003, el Santo Padre beatificó a la Madre Teresa ante una multitud de más de 300.000 personas, unidas en la Plaza de San Pedro en un espíritu de acción de gracias a Dios por el regalo de su vida y su santidad. El 4 de septiembre de 2016 fue canonizada por el Papa Francisco.
Movida por el deseo de se misionera, al cumplir la mayoría de edad, se unió al Instituto de la Bendita Virgen María, conocido también como las Hermanas de Loreto; en Irlanda. Allí comenzó a llamarse la Hermana María Teresa, por Santa Teresa de Lisieux. En diciembre fue destinada a la India. Tras su Profesión de Votos, la Hermana Teresa se unió a la Comunidad de las Hermanas de Loreto en Calcuta y se dedicó a la enseñanza de las niñas del Colegio Santa María.
El 10 de septiembre de 1946, durante su viaje en tren de Calcuta a Darjeeling para su retiro anual, la Madre Teresa recibió una “llamada dentro de la llamada”. En el curso de los meses siguientes, a través de locuciones interiores y de visiones, el Señor le reveló el deseo de su corazón para las “víctimas de amor”. Le reveló su dolor por los pobres desatendidos, su pena al saber de su ignorancia sobre Él y su gran deseo por saberse amado por ellos. Y le pidió que creara una comunidad, las Hermanas Misioneras de la Caridad, dedicadas al servicio de los más pobres de entre los pobres.
Casi dos años más tarde, la Madre Teresa recibió el permiso para comenzar la nueva comunidad, comenzando a vestirse por primera vez con un sari blanco con rayas azules. Así surgió esta nueva comunidad religiosa dedicada a llevar el Amor de Dios a los más pobres de entre los pobres, a los abandonados, a los olvidados, a los más pequeños y necesitados.
Cuando se publicaron sus documentos personales, se supo que durante 50 años la Madre Teresa de Calcuta experimentó lo que los místicos llaman "la noche oscura del alma".
Se supo porque poco después de su muerte, unos sacerdotes jesuitas custodiaron algunos escritos privados de la santa.
"Cuando rezaba se sentía vacía y eso le dolió mucho. Tardó mucho en comprender lo que Dios quería con esa prueba. Esta oscuridad ocurre a veces en la vida espiritual; purifica y ayuda a amar a Dios por sí mismo, y no por lo que nos da".
Ese vacío interior le ayudó a sintonizar con quienes experimentan rechazo, como las personas sin hogar: abandonados, sin saberse amados o queridos. Así creció su amor a Dios y por los demás, queriendo a las personas sin esperar nada a cambio.
1. "El que quiera ser el primero, sea esclavo de todos" (Mc 10, 44). Estas palabras de Jesús a sus discípulos, que acaban de resonar en esta plaza, indican cuál es el camino que conduce a la "grandeza" evangélica. Es el camino que Cristo mismo recorrió hasta la cruz; un itinerario de amor y de servicio, que invierte toda lógica humana. ¡Ser siervo de todos!
Por esta lógica se dejó guiar la madre Teresa de Calcuta, fundadora de los Misioneros y de las Misioneras de la Caridad, a quien hoy tengo la alegría de inscribir en el catálogo de los beatos. Estoy personalmente agradecido a esta valiente mujer, que siempre he sentido junto a mí. Icono del buen samaritano, iba por doquier para servir a Cristo en los más pobres de entre los pobres. Ni siquiera los conflictos y las guerras lograban detenerla. De vez en cuando, venía a hablarme de sus experiencias al servicio de los valores evangélicos. Recuerdo, por ejemplo, sus intervenciones en favor de la vida y en contra del aborto, también cuando le fue conferido el premio Nobel de la paz (Oslo, 10 de diciembre de 1979). Solía decir: "Si oís que una mujer no quiere tener a su hijo y desea abortar, tratad de convencerla de que me traiga a ese niño. Yo lo amaré, viendo en él el signo del amor de Dios".
2. ¿No es acaso significativo que su beatificación tenga lugar precisamente en el día en que la Iglesia celebra la Jornada mundial de las misiones? Con el testimonio de su vida, madre Teresa recuerda a todos que la misión evangelizadora de la Iglesia pasa a través de la caridad, alimentada con la oración y la escucha de la palabra de Dios. Es emblemática de este estilo misionero la imagen que muestra a la nueva beata mientras estrecha, con una mano, la mano de un niño, y con la otra pasa las cuentas del rosario. Contemplación y acción, evangelización y promoción humana: madre Teresa proclama el Evangelio con su vida totalmente entregada a los pobres, pero, al mismo tiempo, envuelta en la oración.
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Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada. Se ha comprometido en la defensa de la vida proclamando incesantemente que «el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre». Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes -¡ante los crímenes!- de la pobreza creada por ellos mismos. La misericordia ha sido para ella la «sal» que daba sabor a cada obra suya, y la «luz» que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimiento. Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres. Hoy entrego esta emblemática figura de mujer y de consagrada a todo el mundo del voluntariado: que ella sea vuestro modelo de santidad. Pienso, quizás, que tendremos un poco de dificultad en llamarla Santa Teresa. Su santidad es tan cercana a nosotros, tan tierna y fecunda que espontáneamente continuaremos a decirle «Madre Teresa». Esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión. Madre Teresa amaba decir: «Tal vez no hablo su idioma, pero puedo sonreír». Llevemos en el corazón su sonrisa y entreguémosla a todos los que encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren. Abriremos así horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y ternura. (...) Sigue leyendo aquí.
Si quieres saber más: https://www.arguments.es/vocacion/2021/06/11/maria-del-himalaya-una-historia-de-amor-de-la-misericordia-de-dios/
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