[:es]"En noches como esta", un homenaje a todas las madres, nuestras súper heroínas[:]

07/05/2020 | Por Arguments

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Sofía Meana

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[:es]Un relato de Sofía Meana para homenajear a todas esas heroínas que van sin capa, a todas las madres del mundo: ¡gracias, no os rindáis nunca!   http://www.arguments.es/wp-content/uploads/mujer/2020/05/Habitación-en-noches-como-esta-homenaje-a-heroínas-madres-225x300.jpg" alt="" width="350" height="467" /> Hace una semana que recibimos la noticia. Desde entonces, el sonido del teléfono me produce escalofríos. En las noches de insomnio como esta, camino por la casa recorriendo las habitaciones que antes ocupabas. Apoyada en el umbral de la puerta y en silencio, miro tu cuarto. Tú, con tu manía de cambiar constantemente los muebles de sitio, odiarías como está: parece un museo. Ya nadie se atreve a entrar en él. Papá ya ni si quiera duerme allí, ¿sabes mamá? De hecho, dudo mucho que duerma. Las noches que no está contigo en el hospital las pasa leyendo o escribiendo en el salón para evitar acostarse en una cama en la que tú ya no duermes. En noches como esta, me siento en la escalera y escucho cómo pasa las hojas de los periódicos. Sentada allí arriba, te imagino pasando la mano suavemente por las paredes mientras subes, casi como acariciándolas, con ese gesto de cariño que te caracteriza y en el que seguramente no hayas reparado. Tratas a nuestra casa con el respeto del que sabe lo que cuesta poder llamar a un sitio hogar. Lo sé porque recuerdo que nos contabas como a los veintiún años, huyendo de una complicada situación familiar, te marchaste a Alemania con papá. Sin dinero, sin experiencia y sin trabajo. Cambiaste el cómodo piso de Madrid en el que habías crecido por el sótano de una vieja casa, llevándote únicamente contigo una pequeña maleta y un corazón lleno de sueños. Y allí, tan lejos de tu hogar y de tus seres queridos y, mientras papá estudiaba en la universidad, tuviste que trabajar limpiando casas durante el día y cuidando niños por las noches para salir adelante. Ahorrabas un par de monedas y las guardabas en un bote para llamar a la abuela una vez al mes. Sé que es el mismo bote que está ahora en el recibidor de casa, ese que sueles quedarte mirando pensativa. Sé que cuando lo miras te acuerdas de esa cabina telefónica sepultada bajo la nieve en la que, a veces, cuando no tenías dinero para llamar, te acurrucabas y llorabas, maldiciendo aquel teléfono que durante unos breves minutos te devolvía a tu vieja vida. Estoy segura de que más de una vez, allí sentada, imaginaste cómo sería volver a España, pero nunca te rendiste. Supongo que, más bien, por tu profundo amor hacia papá y el espíritu de abnegación que te caracteriza, no te permitiste rendirte. http://www.arguments.es/wp-content/uploads/mujer/2020/05/en-noches-como-esta-madres-heroínas-homenaje-200x300.jpg" alt="" width="350" height="525" />Tampoco te rendiste cuando, a los veintiséis años, diste a luz a nuestra querida Elke, tu primera hija; ni cuando tuviste que mandarla a vivir a España con la abuela durante más de ocho años porque, debido a su severa discapacidad, nunca podría hablar alemán ni seguir el ritmo de los demás niños. Durante esos ocho años las fronteras separaron dos corazones rotos y, a pesar de todo, nunca dejaste que las fronteras ni la vida te pusieran límites. Porque te propusiste sacar a aquella niña adelante por encima de todo y, sin dejar de limpiar casas por las mañanas, empezaste a estudiar una oposición por las tardes en ese viejo sótano en Alemania. Tras mucho esfuerzo y dedicación conseguiste una plaza en la institución en la que llevas trabajando más de treinta años y que os permitió a papá y a ti poder volver a España y darle una vida digna a nuestra preciosa hermana. Ahora mismo, sentada en la escalera, la oigo respirar tranquilamente mientras duerme. Te echa mucho de menos. Sé que tú también la echas de menos y que, a pesar de todo, no dejas ni un minuto de pensar en ella, ni en nosotros, ni en esta casa en la que hemos sido tan felices gracias ti. Y que te encantaría ahora mismo poder acariciar sus paredes y a nosotros con tus dos manos cansadas. Esas dos manos que han sido siempre ejemplo de amor, sacrificio y esfuerzo y que ahora mismo me gustaría poder sostener. En noches de insomnio como esta pienso en todo lo que has logrado, en tu valentía y en tu coraje y en el ejemplo que has sido para todos nosotros. En el amor y la dedicación que pones en todo lo que haces. En tu infinita capacidad de escuchar y consolar al que sufre. En todo aquello a lo que has renunciado, sin esperar nada a cambio, para que hoy estemos aquí. Y ya no sé si esta casa puede seguir llamándose hogar si no te veo subiendo las escaleras mientras acaricias las paredes.     Sofía Meana     [:]

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