[:es]Hace un mes, el 10 de octubre, saltó la noticia de que por fin las mujeres iraníes iban a poder entrar en los estadios de fútbol de su país para ver un partido en directo. ¿Por fin? Por lo visto a las mujeres iraníes se les tenía vedada la entrada a los partidos desde hacía cuarenta años. Pero hace un mes, debido a presiones externas de la FIFA e internas por parte de las mujeres, el gobierno iraní eliminó la prohibición. Unas 4.000 aficionadas pudieron presenciar cómo la selección iraní ganaba por 14-0 a Camboya en un partido clasificatorio para el Mundial. Llenaron de verde, blanco y rojo —los colores de la bandera de Irán— el Estadio Azadi, que casualmente significa “libertad” en persa. La libertad que han logrado las mujeres iraníes para entrar en los estadios de fútbol se parece en algo a la libertad de cualquier chica que en el patio de su colegio juega al fútbol junto con los chicos. Recuerdo que en un recreo durante mi bachiller los chicos jugaban con un balón y yo estaba sentada en unos columpios hablando con un par de amigas. Una de ellas, Eli, comentó que le encantaría jugar al fútbol. Dijo una frase memorable: “Yo no quiero ser un chico. Quiero ser tan libre como ellos”.
La ideología feminista actual aspira a liberar a las mujeres. ¿Liberarlas de qué? Veámoslo en los dos ejemplos expuestos. En el caso de las mujeres iraníes, fue necesaria una muchedumbre para presionar al gobierno, cambiar las leyes y liberarse así de una norma injusta. Pero en el caso del patio de mi colegio, a Eli, a Laura y a mí no nos frenaba ninguna ley. Podríamos habernos levantado, haber caminado hacia ese grupo de chicos y haberles preguntado si podíamos jugar. Nos pudo la pereza, el conformismo, el qué dirán. Quizá nos frenaba algún tipo de norma cultural que ejerce una presión silenciosa como la de relacionar el fútbol con algo estrictamente masculino o el deseo inmaduro de no llamar la atención y gustar a los demás. Pero, efectivamente, podíamos habernos acercado a jugar. En este caso no se trataba de que una ideología liberase a un colectivo, sino de que cada individuo se sepa libre para dar ese paso. http://www.arguments.es/wp-content/uploads/mujer/2019/11/vienna-reyes-Zs_o1IjVPt4-unsplash-300x200.jpg" alt="" width="300" height="200" />
Recuerdo que di ese paso cuando era muy pequeña. Estaba en infantil. Tenía unos 5 años y en un recreo fui sola a preguntarles a los niños a ver si podía jugar con ellos al fútbol. No di ese paso con la súper fuerza empoderadora del feminismo, sino con la sencillez de los niños. Y jugué. Claro que jugué. Con el tiempo me gané el respeto de aquellos que pensaban que las niñas no sabíamos jugar al fútbol. En este tipo de decisiones, de pasos al frente, juegan un papel importante tanto la libertad individual como la influencia de la cultura. Igual que a Eli, a Laura y a mí la cultura nos sugería quedarnos hablando, haciendo cosas “de chica”, de la misma manera en mi infancia la cultura me inclinaba a pedir un bebé Nenuco por Navidad. http://www.arguments.es/wp-content/uploads/mujer/2019/11/Osasuna1-300x195.jpeg" alt="" width="300" height="195" />Sin duda mi libertad nunca ha estado tan coartada como la de las mujeres iraníes. Pero podría haber sido menos libre si hubiese dado importancia a lo que los anuncios de la televisión insinuaban acerca de ser una niña. Pero no les di importancia gracias a que mis padres, sin pretenderlo, sin darse cuenta siquiera, fueron feministas: me educaron dejándome libertad para pensar y decidir por mí misma. Nadie me disuadió de mi cruzada contra el rosa y las muñecas. Me dejaron optar por no llevar el uniforme del colegio (falda plisada a cuadros escoceses) y volví de alguna fiesta de cumpleaños con los vaqueros llenos de manchas de hierba por haber jugado al fútbol. Yo no pedía bebés Nenuco por Navidad, sino Action Man. Y jugaba con ellos vestida con la equipación de Osasuna. Incluso soñaba con jugar a fútbol en la primera división masculina de Osasuna, junto a los futbolistas que yo admiraba. En ese momento no comprendía que hubiese un equipo masculino y otro femenino. No es que yo me estuviese rebelando contra algo, sino que estaba siendo sencilla e inocentemente libre.
Quiero mencionar a alguien que también ha sabido dar un paso al frente. Se trata de Inés de Pablo, quien fue mi compañera en el equipo de fútbol femenino de la Universidad de Navarra. Inés falleció el domingo 15 de septiembre a causa de un cáncer de colon que le habían diagnosticado en febrero. No llegué a conocerla mucho personalmente. Acabó la carrera de Medicina en mayo. Jugaba de extremo, en la banda. Una delantera rápida, tenaz y luchadora. Inés fue libre, con fuerza o con sencillez, pero atreviéndose con valentía a romper moldes culturales demasiado estrechos. [:]