Al hablar de vocación lo primero que me viene a la cabeza es que es un tema que se trata bastante. Tanto los santos como la Iglesia constantemente hablan sobre ella, y aún así comúnmente escuchamos estas preguntas a nuestros amigos y a las personas por la calle: ¿Qué hago yo en este mundo? ¿Para qué estoy yo aquí? Bueno, esto será porque son preguntas que nunca dejarán de ser actuales, pues uno de los grandes retos en la vida de todo ser humano es el de encontrar su lugar en el mundo, en la sociedad y en la Iglesia. En otras palabras: encontrar nuestra vocación.
Sin embargo, nos viene a la mente la idea de necesitar un hecho milagroso, sobrenatural y fantástico que confirme esta llamada, y así tener la “certeza” de qué es lo que quiere Dios para mi. A la espera de estos eventos prodigiosos se han perdido tantas vidas en la inactividad, y la pasividad que, en lugar de “vivir la vida ordinaria con amor extraordinario”, se vive con una pereza extraordinaria, producto de no tener un plan de vida o un norte claro hacia dónde dirigirnos.
Por lo tanto, antes de seguir esperando a que una lechuza nos traiga una carta con la vocación, es hora de poner manos a la obra y considerar todo y a todos los que tenemos a nuestro alrededor como una oportunidad para la santidad. Es por esto que se me ocurrió pedir la ayuda de los que han entendido a profundidad cuál es su labor en este mundo y nos han explicado la vocación como una manera de vivir ordenada al servicio a los demás y por tanto a Dios: los santos.
Ellos nos dan tres claves básicas para vivir en el día a día que se deben convertir en sellos del actual cristiano de tal manera que, creciendo como personas, sean norte y guía para los demás: http://www.arguments.es/wp-content/uploads/vocacion/2018/10/sonríe-jóvenes-y-santos-300x200.jpg" alt="" width="450" height="300" />
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Con estos tres consejos podemos empezar a dar pasos seguros para encaminar nuestra vida hacía Jesús, conscientes de que tenemos grandes amigos en los santos que nos ayudan día a día. "Los santos son como los oídos de Dios, uno para cada necesidad de su pueblo. Y también nosotros podemos ser santos en este sentido, ser oído de Dios en nuestra familia, en nuestro barrio, en el lugar donde nos movemos y trabajamos (...) para juntar todos estos reclamos y contárselos al Señor" – Papa Francisco.