Él mismo lo contó en en un encuentro con jóvenes en Cerdeña, el 22 de septiembre de 2013. Es una historia normal y a la vez extraordinaria. Así es Dios. Nos habla de forma rotunda pero a través de acontecimientos ordinarios de la vida. Y siempre respetando nuestra libertad, sin imponerse.
Era un 21 de septiembre y, al igual que muchos jóvenes, Jorge Bergoglio se preparaba para celebrar el Día del Estudiante con sus compañeros. Tenía 17 años por aquel entonces. Pero decidió empezar el día visitando su parroquia. Jorge era un católico practicante que frecuentaba la iglesia de San José de Flores. Cuando llegó, se encontró con un sacerdote que no conocía y que le transmitió una gran espiritualidad; así que decidió confesarse con él. Se sorprendió después al ver que no había sido una confesión sin más, sino una sacudida interior que espabiló su fe. Gracias a esto se planteó su vocación religiosa y decidió no ir a la estación de tren a encontrarse con sus amigos y volver a su casa con una firme convicción: quería… tenía que ser sacerdote.
“En esa confesión me pasó algo raro, no sé qué, pero me cambió la vida; yo diría que me sorprendieron con la guardia baja”. “Fue la sorpresa, el estupor de un encuentro; me di cuenta de que me estaban esperando. Eso es la experiencia religiosa: es estupor de encontrarse con alguien que te está esperando. Desde ese momento para mí, Dios es el que te primerea. Uno lo está buscando, pero Él te busca primero. Uno quiero encontrarlo, pero Él nos encuentra primero”. “Quiero contaros una experiencia personal. Ayer cumplí el sexagésimo aniversario del día en que sentí la voz de Jesús en mi corazón. Pero esto lo digo no para que hagáis una tarta aquí; no lo digo por eso. Pero es un recuerdo; sesenta años desde aquel día. No lo olvido nunca. El Señor me hizo sentir con fuerza que debía ir por ese camino. Tenía diecisiete años”.
“Pasaron algunos años antes de que esta decisión, esta invitación, llegase a ser concreta y definitiva. Después pasaron muchos años con algunos acontecimientos de alegría, pero muchos años de fracasos, de fragilidad, de pecado… sesenta años por el camino del Señor, siguiéndole a Él, junto a Él, siempre con Él. Sólo os digo esto: ¡no me he arrepentido! ¡No me he arrepentido! ¿Por qué? ¿Porque me siento Tarzán y soy fuerte para seguir adelante? No. No me he arrepentido porque siempre, incluso en los momentos más oscuros, en los momentos del pecado, en los momentos de fragilidad, en los momentos de fracasos, he mirado a Jesús y me he fiado de Él, y Él no me ha dejado solo. Fiaos de Jesús: Él siempre va adelante, Él va con nosotros. Pero, escuchad, Él no desilusiona nunca. Él es fiel, es un compañero fiel. Pensad, este es mi testimonio: estoy feliz por estos sesenta años con el Señor. Una cosa más: ¡seguid adelante!”. <a href="https://www.youtube.com/watch?v=LOAb6KiVz6k[/embed]">https://www.youtube.com/watch?v=LOAb6KiVz6k