Soldado que pega una bofetada a Jesús: "Le di un bofetón que todavía me duele a mí"

09/04/2020 | Por Arguments

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Descargué toda mi inseguridad en él

"¿Así respondes al Sumo Sacerdote?" Y le di un bofetón que todavía me duele a mí. Dejé que el orgullo saliera y tomara el mando de mis acciones. Descargué toda mi inseguridad en él. Estaba muy nervioso. En aquel momento los jefes de la Sinagoga nos habían advertido que no se podía escapar, que era una oportunidad única y que había que estar muy atentos. La presión, la necesidad de responder a lo que se espera de mí, me transforma. 

Pero Jesús aprovechó la ocasión para liberarme de mi esclavitud

Entonces fue cuando Jesús, con el rostro desencajado por el golpe, me miró y me preguntó por qué lo había hecho. Me hizo ver mi miedo, mi angustia, mi error, mi orgullo y sobre todo su paciencia. No desaprovechó aquella ocasión para liberarme de la esclavitud. Hizo caer los muros de mi cárcel.  "¿Por qué me pegas?" Me mostraba que no tenía que demostrar nada a nadie. Que el me quería como yo era. Que no tenía que estar a la altura de nada. Que el quería bajar hasta la mía. Que no necesitaba mis actos para quererme porque se fiaba de mi libertad y mi corazón, de mis ganas. ¿Por qué me pegas? ¿Por qué me juzgas? ¿Por qué me condenas?  En el fondo, me estaba salvando. ¿Por qué te pegas? ¿Por qué te juzgas? ¿Por qué te condenas? ¿Por qué no me dejas quererte si me da la gana? ¿Por qué intentas ser valorado por los demás, si eres lo más valioso que hay en el mundo para mí?

Yo pretendiendo sobresalir y él levantándome por encima de todo lo creado

http://www.arguments.es/wp-content/uploads/vocacion/2020/04/La-flagelación-soldados-golpeando-a-Cristo-300x260.jpg" alt="" width="600" height="520" />Estaba armado hasta los dientes pero ante esa pregunta me quedé totalmente indefenso, incapaz de presentar batalla, rendido antes de ir a la guerra, hecho prisionero del vencedor que en realidad era vencido. Me descolocó su rapidez, su sinceridad y su paciencia. Constrastaban con mi bloqueo, mi vanidad y mi arrogancia. Yo pretendiendo sobresalir y él levantándome por encima de todo lo creado, de todos los presentes, de todos mis miedos.  Esa bofetada me hizo contemplar de modo nuevo el rostro de Jesús. Hizo que el fijara sus ojos mí. Quizá ya antes me había visto, pero yo no me había sentido mirado. Ahora era presa fácil de su cariño. Estaba libre de mis cadenas, de mis apariencias y de mis temores. Ya podía ser yo. No necesitaba pegar, aplastar o pisotear a nadie para ser valioso. A Jesús le basta y le sobra con mi corazón rendido. Derrotado no es ya capaz de atacar de nuevo para defenderse.

Yo le di una bofetada y él a cambio me devolvió la libertad

Ahora vivo libre, en paz y feliz. Cuando algo sale mal y me entran ganas de quejarme, me acuerdo de Jesús que me pregunta: "¿Por qué me pegas? ¿Por qué no das cuenta de cuánto te quiero y lo poco que me importan tus caídas, tus errores, tus pecados? ¿Por qué no descubres que me afectan por el daño que te hacen y la tristeza que te provocan? ¿Por qué te defiendes si nadie te ataca?" Yo le di una bofetada y él a cambio me devolvió la libertad. Yo le humillé delante de la multitud y Él me levantó por encima de todos. Yo descargué mi rabia sobre su mejilla y Él me ofreció la otra para que le conociera de verdad.  No tenía armas ni estrategia para luchar contra eso y por eso perdí la batalla más importante de mi vida, pero con Él todo funciona al revés. He ganado lo que nunca hubiera soñado. Se me ha pagado con la moneda más valiosa, la que no pierde valor, el tesoro más escondido y la suerte más enorme. 

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