El burro de Nazaret: "¿quién me iba a decir a mí que sería el transporte de la Sagrada Familia?"

18/12/2019 | Por Arguments

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¿Cómo se explica que yo naciera con una estrella y tuviera la dicha de cargar a la Virgen María camino de Belén? Solo encuentro una razón, y no es estrictamente una razón o un motivo. Es justo lo contrario: no hay razón ninguna, es una locura. El corazón no funciona exactamente por razones, aunque tiene las suyas. De hecho, ¿qué hace un burro vulgar como yo narrando su vocación? ¡Eso sí que es una falta total de racionalidad! Es un regalo, mejor dicho, ¡el mejor regalo!

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La lógica de Dios es distinta a la de los hombres y la de los burros...

Dios tenía a su disposición todos los animales de la historia, la prehistoria y su imaginación. Y sin embargo, con un conjunto de posibilidades inmejorables, fácil e inmediato me escogió a mí. Que nadie trate de encontrar la fórmula, la solución o el truco. Es un problema irresoluble, mejor dicho, ni siquiera es un problema, y por eso no necesita solución. Dios es así, tal cual, sin más y sin menos.  Obviamente esto nos beneficia a los menos afortunados desde el punto de vista racional. Los que nunca habíamos soñado con opciones reales hemos encontrado en esta lógica el sentido de nuestra vida. El mundo ya no se juzga por criterios humanos, ni siquiera animales. Es que ya no se juzga. El mundo se salva. El Mesías ya ha venido y su trono he sido yo. Mis lomos han llevado al Mesías y a su madre. 

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Jesús es el Dios de las sorpresas, "¿quién me iba a decir a mí que sería el trono del Mesías y su Madre?"

Con qué ternura acariciaba María mis orejas, con qué alegría golpeaba mi cuello animándome en las subidas, con qué dulzura me decía los mejores piropos que he escuchado nunca. Ni mi madre, ni siquiera mi abuela me habían dicho nunca que fuera el burro http://www.arguments.es/wp-content/uploads/vocacion/2019/12/Burro-de-Nazaret-207x300.jpg" alt="" width="300" height="435" />más guapo de Israel.  La estrella está en mi frente desde que María me besó. Me dio miedo oler mal y que ella acercara sus labios a mi cabezota. Fue tal la luz que iluminó mi cabeza, no diré mi inteligencia, que pensé que me había vuelto racional incluso. Pero pronto abandoné ese pensamiento que me causaba vértigo. Intenté decir algo lógico y me salió un rebuzno ahogado.  ¡Cómo se reía María conmigo cuando rebuznaba aparentando enfado! Me quitaba enseguida el aire serio y trágico y me ayudaba a reirme de mi dramatismo.  Perdonad que no me extienda mucho pero mis crines empiezan a oler ha quemado del esfuerzo que he hecho para hilar estas reflexiones, je, je.  María envolvía el mejor regalo que me podía haber tocado y me habló de Él muchas veces antes de llegar a Belén. Cuando lo vi no daba crédito a mis ojos. Una cría de hombre como las demás. Eso era lo increíble, pero a mí no se me permite enseñar teología. Vendrán catedráticos para hacerlo. ¡Tened paciencia!

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