Christine Kapadia procede de Guyarat, un estado situado al occidente de India. Como casi el 90% de los 60 millones de habitantes de este estado, creció como hindú, en una familia normal de la India. Algo fuera de lo común es el vivo interés que demostraba ya en su infancia. "Cuando mi padre me llevaba en motocicleta a la escuela, frecuentemente me dirigía a Dios, a un Dios que no conocía y cuyo nombre ni siquiera sabía, pero al que le contaba todo lo que me importaba de niña", dice Christine en un conversación mantenida con colaboradores de la fundación católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada. Durante la adolescencia buscó intensamente a Dios, según relata hoy, a los 34 años de edad. Estudió otras religiones. Del cristianismo sabía bastante poco la joven hindú, lo cual apenas sorprende, pues en Guyarat, un estado marcado por el hinduismo, solo el nueve por ciento de la población es musulmana; y el número de los cristianos no llega al uno por ciento. ¿Cómo reaccionaron los padres de Christine al fuerte interés religioso de su hija y a sus visitas a templos de otras religiones? "No les molestaba; me dejaron hacer sencillamente", recuerda Christine.
El cristianismo lo encontró de un modo al parecer casual: "Cuando tenía unos 15 años conocí a Jesús en una pastelería", refiere mientras se ríe. Allí compraba regularmente, cuando en una ocasión entró en una conversación con una vendedora, unos años mayor que ella, que es católica. Lo que la joven hindú conoció de Jesucristo, le fascinó. Christine pidió a la vendedora que la llevara a una iglesia. Fue el comienzo de una amistad y de la aproximación paso a paso al cristianismo. Así comenzó a participar regularmente en encuentros de oración.
A los 17 años pidió ser bautizada, pero ese deseo se topó con la resistencia de sus padres, que rechazaron radicalmente la conversión. "Mientras solo iba a la iglesia, estaban de acuerdo; pero cuando quise bautizarme, de repente se desató la guerra fría en casa", dice Christine. Sus amigos católicos le aconsejaron paciencia, le dijeron que esperara al menos hasta ser mayor de edad. A pesar de todas las resistencias, Christine se mantuvo firme en su deseo.
Por fin, en 2002 pudo bautizarse. Finalmente, sus padres aceptaron su decisión, pues se dieron cuenta de que la nueva fe de su hija no la alejaba de ellos. Todo lo contrario: conforme su hija sentía más viva su vocación a la vida religiosa, se ocupaba más de ellos. Incluso dejó su trabajo en un banco para atender a su madre, que había enfermado de cáncer. Una semana antes de morir en 2011, su madre se bautizó.
Sin embargo, las tensiones entre el padre y la hija no acabaron de calmarse, sobre todo porque la hija se afirmaba en su deseo de ser carmelita. Pero también aquí mereció la pena la paciencia de Christine: desde hace seis meses pertenece a la comunidad de diez carmelitas descalzas (OCD). El Carmelo, que cuenta con el apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada, se encuentra situado en Vadodara (Baroda), la tercera ciudad en tamaño de Guyarat. Christine Kapadia declara: «Mi padre cambió hace tiempo de actitud; cuando ingresé en el Carmelo me acompañaron 21 miembros de mi familia… todos ellos, hindúes».