Todos tenemos algún amigo que es ateo o agnóstico, y que es mucho mejor persona que nosotros, que creemos en Dios. Cuando me pasaba esto, solía pensar: “¿De qué me sirve Dios si puedo ser buena sin Él?” Después de conocer a Dios de verdad, me doy cuenta que está pregunta está mal planteada (y que además, no soy tan buena como pensé que era).
Dios tampoco es el genio de la lámpara al que acudo cuando tengo cosas que pedir, y tampoco es un juez que está vigilando atentamente que cumpla todas las leyes y a la mínima que me la salto, me manda a la cárcel; y en cambio si sigo todo lo que me pide, me gano el cielo. Pensar en Dios así es como pensar que mi mamá es una persona que me alimenta y me da dinero solo cuando se lo pido y me porto bien. Es una manera muy fría y errónea de pensar en una madre. Y muchas veces solemos pensar en Dios de esta manera.
Dios es algo mucho más grande que eso. Si no lo has conocido todavía, te pierdes lo mejor y más importante de todo. Conocer a Dios es saber que tienes un Padre que se muere de amor por ti. Es saber que el Rey del Universo conoce cada parte de ti, incluyendo las más feas, y aún así, le caes bien, te ama. Te ama tanto que incluso piensa que vale la pena morir por ti (de hecho, lo ha hecho, ha dado su vida por la tuya).
Creer en Dios y practicar la fe se resume en eso para mí. Es saberme amada por Él. Y es saber que no tengo que ser perfecta para que esté loco de amor por mí. Por eso, todos mis defectos y debilidades no me pesan. Puedo ser yo misma y sentirme segura. Y como Él me ama así, de forma tan incondicional, me llama a amar de la misma forma a los demás. Y es difícil, sí, amar incondicionalmente es duro. Y cuando me doy cuenta de que no puedo amar como quisieras amar a los demás, puedo ver lo pequeña y débil que soy. En palabras de San Pablo, "porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero", (Romanos 7:19). Pero recuerdo que Él así me ama. Entonces siento desesperanza. "Me doy cuenta día a día de que la única forma de yo poder amar a los demás como Él me ama a mí es yendo a Él y pedirle que me tome de la mano, porque yo no puedo hacer nada, soy inútil", (cita de "Sin mí nada podéis"). Y sé que Él no me deja sola (yo estoy ahí todos los días ) y sé que dejó su presencia en la Iglesia a través de los Sacramentos: el Perdón y la Eucaristía. Así puede estar conmigo de una forma más cercana siempre que yo le busque. Ser católica para mí es una bendición, porque significa reconocer que soy débil y pequeña, pero también saber que soy "la Niña de los ojos de Dios", Él siempre está a a mi lado, le tomo de la mano y Él camina conmigo. Testimonio de Daniela Faour, subdirectora del Proyecto: "Amor en Construcción".