¿Qué dirías si un sábado cualquiera sales a cenar, de fiesta o a dar una vuelta, solo o con amigos, y alguien quiere regalarte una vela? Posiblemente al principio te parezca raro, te llame la atención este ofrecimiento. “¿Para qué quiero yo una vela?, ¿y por qué a estas horas un joven por la calle iba a querer hacerme un regalo a mí? Seguro que tiene trampa”, pensarías. Pues no, por extraño que suene no hay truco. No cobran, no obligan a nada, no rechazan ninguna opinión, simplemente hacen una invitación: una visita a la iglesia para hacer una pequeña oración. Esto es Nightfever, un evento organizado por jóvenes misioneros que salen a la calle para hablar de Dios a todas las personas sin distinción. Da igual si son practicantes o si nunca han entrado en una iglesia, católicos, agnósticos o ateos, las puertas están abiertas para todos. Es la Noche de la Misericordia, y allí está Jesús, en el centro del altar, recibiendo a todos los que entran a visitarlo. Música en directo y luces apagadas, el resplandor de las velas ilumina el templo. La gente se siente llamada a pasar, ya sea por curiosidad, necesidad, amor de Dios… Y dentro todo es distinto, se palpa un ambiente diferente. Un grupo de personas reza por todos aquellos que van entrando, los sacerdotes están disponibles para confesar a quien lo necesite y varios laicos se dedican a responder cualquier tipo de dudas acerca de la fe que a los visitantes les puedan surgir. En un clima de acogida, los misioneros les acompañan, les indican el camino, dónde pueden encender su vela o hacer una petición, y les explican lo que todo esto significa. A veces les toca toca sujetar helados, porque quienes pasaban por ahí no se imaginaban que acabarían entrando en la iglesia, cuidar perritos o sujetar alguna que otra botella. Da igual si se trataba de una despedida de soltera, de un grupo de chicas vestidas de sevillanas o de unos amigos que salían de pubs. Todos son bienvenidos. Cuando ven que una sola persona dice “Yo sí quiero entrar”, y con ello arrastra a todo su grupo, o que varios chavales esperan y ven retrasar la fiesta mientras su amigo se confiesa, la alegría no puede ser más grande. Testimonios de conversión, de descubrimiento o de regreso a la casa del Padre. Es una noche donde brotan las emociones y se contagian, en la que parece que Dios no puede estar más cerca. Un evento que nació tras la JMJ de Alemania en 2005 y que se sigue realizando, año tras año y en diversas ciudades del mundo.