1. LA MEDIACIÓN DE CRISTO

Extraído de: Mateo Seco, Lucas F. y Domingo, Francisco. Cristología. Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Universidad de Navarra, 2004.

Síntesis de contenido

Cristo en la columna (Antonello de Messina)

Mediador es aquél que establece la unión entre dos realidades separadas. Entre Dios y los hombres, en cierto sentido, no hay separación, porque la presencia de Dios en el hombre es tan íntima que -como dice San Pablo- en Él vivimos, nos movemos y existimos (Hech 17, 28). Pero, en otro sentido, el pecado determina una total separación del hombre de la vida íntima de Dios a la que había sido elevado por la gracia. Dios habría podido restablecer esta unión directamente, sin la intervención de un mediador, pero el designio divino ha sido el de reparar el pecado y restablecer al hombre en la condición de hijo de Dios, por medio de la Encarnación de su Hijo Unigénito.

El concepto de mediador aplicado a Cristo puede tomarse en dos sentidos: ontológico y dinámico, según nos estemos refiriendo a la naturaleza de mediador que posee el Señor en razón de ser perfecto Dios y perfecto Hombre, o a su oficio de mediador, es decir, a los actos por los que une  a los hombres con Dios. En Cristo, su función de mediador es consecuencia de su naturaleza de mediador.

La mediación de Cristo es perfecta precisamente porque es la mediación más inmediata posible: Él une en sí mismo lo divino y lo humano; unidos a Él como nuevo Adán, en Él encontramos inmediatamente a Dios.
Con el término ministerio se designan las funciones que corresponden a Cristo en cuanto Mediador. Estos ministerios o munera Christi son tres y pueden entreverse significados en las palabras del mismo Cristo, cuando declaró: Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6). Se trata del ministerio pastoral (o real), profético (o magisterial), y sacerdotal.

Estos tres ministerios, estrechamente relacionados entre sí, tienen como fin la salvación de los hombres: Cristo nos salva ejerciendo su Magisterio, su Sacerdocio y su Realeza.