2. EL MINISTERIO SACERDOTAL DE CRISTO

Extraído de: Mateo Seco, Lucas F. y Domingo, Francisco. Cristología. Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Universidad de Navarra, 2004.

1. La mediación de Cristo, mediación sacerdotal

Cristo bendiciendo (Boust)

La salvación del pueblo mediante los sufrimientos del Mesías incluye la afirmación de que su muerte es redentora en el sentido preciso de que es un sacrificio. Baste recordar las palabras de Jesús en la Última Cena, presentando su muerte como el sacrificio de la Nueva Alianza, ofrecido por Él mismo para la remisión de los pecados (Cf Mc l4,24; Mt 26,28; Lc 22,20; 1 Co 11, 24-25). El hecho de que la muerte de Cristo haya sido entendida por Él mismo como sacrificio, implica la afirmación de que es sacerdote. En efecto, ofrecer el sacrificio es el acto propio del sacerdocio.

El autor de la Carta a los Hebreos no sólo hará del sacerdocio de Nuestro Señor el tema central de su mensaje, sino que presentará toda la obra mesiánica de Cristo como una "mediación sacerdotal", designándole como "Gran Sacerdote de la Nueva Alianza". El mismo Señor había hablado en la Última Cena de su sangre derramada como sangre de la alianza (Mc 14, 24). El trasfondo argumentativo de la Cartapuede resumirse así: la alianza implica un sacrificio y, por tanto, un mediador con funciones sacerdotales. Al hablar, pues, de nueva alianza —es el pensamiento subyacente a Hebreos—, es necesario hablar también de nuevo sacerdocio.

La misma naturaleza de la alianza —llamada Nueva en referencia a la Antigua— pedía tratar detenidamente en qué sentido Jesucristo continuaba y en qué sentido superaba a la Antigua. Ahora bien, Jesucristo había cumplido en Sí, superándolo, el profetismo anunciado del Mesías; también había cumplido en Sí, superándolo, el carácter regio preanunciado del Mesías (cf. Hech 3, 20-23; 2, 36). Era lógico, pues, preguntarse si el sacerdocio del Antiguo Testamento no habría encontrado a su vez su cumplimiento eminente en Cristo.

Si la muerte de Cristo fue un sacrificio que superó los sacrificios antiguos, y si estaba profetizado que el Mesías sería sacerdote y rey, su sacerdocio tiene que superar el sacerdocio levítico en forma parecida a como su sacrificio supera a los sacrificios antiguos. El hecho de que se hable en el Antiguo Testamento del sacerdocio de Melquisedec, muestra que el sacerdocio levítico no era el único sacerdocio, y así, aunque Jesús no sea de la tribu de Leví, debe decirse de Él —como hace el Salmo 110— que es sacerdote; más aún que su sacerdocio es único y supera todo otro sacerdocio, como su sacrificio es único y supera todo otro sacrificio. Él es sacerdote según el orden de Melquisedec, con un sacerdocio eterno.

En su Encarnación, el Hijo es constituido mediador-sacerdote para siempre. La unidad de la obra de Cristo —la salvación de los hombres— se desarrolla en tres etapas fundamentales: la encarnación (cf. Hb 2, 10-18; 10, 5-9), la muerte en la cruz (Hb 9, 26-28) y su eterna glorificación (Hb 10, 11-15). La totalidad del misterio y de la obra de Cristo es sacerdotal, porque El es esencialmente sacerdote. Y, en el cielo, sentado a la diestra del Padre continua ejerciendo este sacerdocio y continuará ejerciéndolo eternamente, dando gloria perpetuamente al Padre como Cabeza de la Iglesia.