3. LA SEGUNDA VENIDA DEL SEÑOR EN GLORIA

Extraído de: Mateo Seco, Lucas F. y Domingo, Francisco. Cristología. Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Universidad de Navarra, 2004.

1. La Parusía, consumación de la redención operada por Cristo

El Juicio Final (Christus)

Los Símbolos, después de proclamar que el Señor ascendió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre, afirman que "desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos". En algunos de ellos, como en el Símbolo de Nicea, esta afirmación  se coloca bajo el significativo lema que abarca todo el ciclo cristológico del Credo: "que por nosotros los hombres y por nuestra salvación...". La potestad de juzgar de Cristo y el mismo juicio se entienden, pues, como pertenecientes a la Redención.
El mismo Señor se refiere repetidas veces a a este juicio, con frases que son complementarias con la descripción de la Ascensión, pues dice que vendrá sobre las nubes del cielo con gran poder y majestad (cf. Mt 24, 30-31; Mc 13, 26-27; Lc 21, 27). En la Ascensión, los ángeles  dicen a los apóstoles, que han visto a Jesús subir al cielo: Este mismo Jesús, que os ha sido arrebatado al cielo, volverá de la misma manera que le habéis visto irse al cielo (Hech1, 11). Jesús afirma que ha recibido del Padre poder para juzgar, porque es el Hijo del hombre (Jn 5, 27; Cf 3, 23; 9, 39; 12, 48).

El triunfo definitivo de Cristo clausura la historia humana haciendo llegar a plenitud la salvación del hombre. Esto tiene lugar precisamente en esa segunda venida prometida por el Señor, con la que se encuentran entrelazados el juicio universal, la resurrección de los muertos y la instauración de los nuevos cielos y la tierra nueva. En algunos Símbolos se confiesa explícitamente que estos acontecimientos tendrán lugar “en el´´último día”. Como enseña el Concilio Vaticano II, “la Iglesia a la que todos hemos sido llamados en Cristo Jesús y en la cual, por la gracia de Dios, conseguimos la santidad, no será llevada a su plena perfección sino cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas (Hch 3, 21) y cuando, con el género humano, también el universo entero, que está íntimamente unido con el hombre y por él aLcanza su fin, será perfectamente renovado (cf. Ef 1, 10; Col 1, 20; 2 P 3, 10-13)*.


* Conc. Vaticano II, Const. Lumen gentium, 48.