LA EXALTACIÓN DE CRISTO

Extraído de: Mateo Seco, Lucas F. y Domingo, Francisco. Cristología. Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Universidad de Navarra, 2004.

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La resurrección de Cristo (Bloch)

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El hecho de la muerte de Jesús en la Cruz lleva intrínsecamente, en cuanto que es el momento culminante de la instauración del Reino de Dios, una componente de esperanza. La muerte se abre a un anuncio del triunfo escatológico de Dios. La muerte de Jesús no sería un evento de salvación sin la Resurrección. Por ello el kerygma cristiano siempre ha predicado indivisiblemente unidas la muerte y la Resurrección de Cristo –el misterio Pascual-, formando un solo hecho salvífico. Esto es palpable en le evangelio de S. Juan, a través del concepto “la hora de Jesús”. De hecho el evangelista hace coincidir la glorificación con la pasión. Así, por ejemplo, Jn 12, 23, al anunciar su muerte, dice Jesús: «Es llegada la hora en el Hijo del hombre será glorificado». La unión de los dos sucesos es total; una misma es la hora. La Pasión está ya bajo el signo de la Resurrección; ella es ya el comienzo de la glorificación de Cristo.

  • En el tema 1 se estudia, en primer lugar, la sepultura —signo inequívoco y complemento de la muerte de Cristo que, por tanto, posee también un carácter salvífico (cf. Jn 12, 24; 1 Co 15, 42-44) — y su descenso al sheol, lo que manifiesta que el alma de Cristo ha penetrado verdaderamente en ese misterio que se designa con la expresión «reino de los muertos». Después el tema se centra en la Resurrección del Señor, que constituye tema central del kerigma. Entre otras cuestiones, se trata de la “historicidad” de la resurreción del Señor. La resurrección de Cristo es un hecho histórico —avalado por la tumba vacía y por las apariciones a los apóstoles— y a la vez es objeto de fe y de salvación (cf. Rm 10, 9). La exaltación de Cristo por su entrega total a la voluntad del Padre comporta además de la resurrección de entre los muertos, su ascensión a la diestra del Padre y el envío del Espíritu Santo (Cf Hech 2, 32-33). La glorificación de Cristo tras su muerte no debe entenderse como algo que aconteció a Jesús una vez cumplida nuestra redención, sino que esta glorificación es parte integrante de la obra redentora. El misterio de la Ascensión del Señor nos muestra a Jesús como el Kyrios perviviente, como el Cristo triunfante que se sienta a la diestra de Dios Padre, como Sacerdote eterno y como Rey de un reino que no tiene fin. El envío del Espíritu Santo se enmarca en el contexto de la eficacia de la Redención.

  • El tema 2 está centrado en Jesucristo resucitado, en cuanto que es Cabeza de la Iglesia y la vivifica constantemente con la acción continuada de su gracia capital. Por eso se dice con rigor que la Iglesia existe como tal en virtud de la exaltación de Cristo por la que es constituido Kyrios. Es por Cristo y en Cristo como Dios se comunica al hombre. La efusión del Espíritu Santo tiene como objeto hacer a los hombres hijos del Padre en el Hijo, es decir, hacerlos alter Christus. Hay, pues una verdadera transformación, una vida nueva, a la que el hombre es engendrado como nueva criatura en Cristo (2 Co 5, 17) por obra del Espíritu.

  • El último tema de esta unidad didáctica y de toda la asignatura, el tema 3 se trata brevísimamente de la segunda venida de Cristo, pero no desde una perspectiva escatológica, sino soteriológica. Por su pasión y muerte Jesucristo, en cuanto hombre, es constituido Juez de vivos y muertos. En el juicio Cristo se presentará como Señor del cosmos y de la historia e instaurará los nuevos cielos y la nueva tierra llevando así a la consumación plena la obra de la salvación.

 

Bibliografía

Ocáriz, F., Mateo-Seco, L.F., Riestra, J.A., El misterio de Jesucristo, cit., 347-404.
González, C.I., El es nuestra salvación, cit., 215-231.
Sayés, J.A., Señor y Cristo, cit., 487-515.
Amato A., Jesús el Señor, cit., 516-559.