Extraído de: Mateo Seco, Lucas F. y Domingo, Francisco. Cristología. Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Universidad de Navarra, 2004.
- Inicio
- 1. Los primeros testimonios de la fe de la Iglesia
- 2. Las herejías trinitarias y la reafirmación de la fe de la Iglesia en la divinidad de Cristo
- 3. El debate en torno a la unidad de la persona de Cristo
- 4. Unión y distinción entre la humanidad y la divinidad de Jesús
- 5. Voluntad divina y voluntad humana de Cristo
2. Los esquemas Logos-sarx y Logos-anthropos
A lo largo de la historia ha habido formas diversas de acceder a la cuestión más propiamente cristológica: la unión de lo humano y lo divino en Cristo. Se señalan dos caminos como los más destacados: el esquema Logos-sarx y el esquema Logos-ánthropos. El primero parte de la teología del Logos, mientras que el segundo destaca ante todo la perfecta humanidad del Señor. Estos esquemas son tipificaciones hechas por los historiadores para encuadrar y ordenar los problemas cristológicos suscitados a lo largo de la historia, especialmente en los siete primeros siglos. Esta tipificación resulta útil, aunque los autores de los primeros siglos, como es obvio, no elegían un esquema u otro de forma refleja: ellos hacían cristología, no reflexionaban sobre el método cristológico. Por esta razón, los denominados "esquemas" son en realidad líneas que se entrecruzan, que casi nunca se manifiestan en estado químicamente puro, pero que se diferencian entre sí y a las que el Concilio de CaLcedonia (a. 451) intenta reunir en una síntesis, aunque sin conseguirlo del todo.
La diferencia de concepción y de talante teológico es importante: en el esquema Logos-sarx, Cristo es presentado como Theos sarkóphoros, Dios que lleva a la carne, mientras que en el esquema Logos-ánthropos se presenta como Anthropos theóphoros, es decir, hombre que es portador de Dios.
La teología del Logos, firmemente apoyada en la lectura del evangelio de San Juan, ayudaba a explicar muchas de las afirmaciones cristianas en torno a Cristo. El mismo prólogo del evangelio de San Juan daba ya el esquema a este modo de hacer cristología: una cristología descendente del Verbo, que se hace carne. De ahí su nombre: esquema Logos-sarx. El esquema ofrecía muchas ventajas: estaba claramente expresado en el evangelio de San Juan y daba razón de la universalización de la figura y de la obra de Cristo. Explicaba coherentemente su carácter de mediador universal.
El esquema tampoco carece de riesgos, si se toma unilateralmente. Un esquema así corre el riesgo de olvidar la acción del Espíritu en el hombre Jesús, pues la carne que ha asumido el Logos en unidad de persona aparece llena de vida divina por el hecho de ser la carne del Verbo. Se corre, sobre todo, el riesgo de caer en la tendencia monofisita de absorber la humanidad de Jesús en el Verbo, como si el Logos fuese el principio vital de la carne, despojando a la humanidad de Jesús de su consistencia y autonomía humanas.
Este esquema se ha mostrado, sin embargo, de una gran fecundidad y vigor a lo largo de la historia. Unas de las razones más poderosas de esta fecundidad estriba en que, en este esquema, se pone de relieve que la razón de la unidad de Cristo estriba precisamente en el Logos, que es quien toma sobre sí la naturaleza humana.
El esquema Logos-anthropos se encuadra en una perspectiva distinta. Parte del hecho de que Jesús es un hombre verdadero. Se considera, por tanto, al hombre Jesús en su autonomía humana. Es este hombre el que ha sido asumido por el Logos. Le acechará constantemente el peligro del dualismo. De hecho este esquema se presenta como una reacción contra la cristología arriana y apolinarista.