Extraído de: Mateo Seco, Lucas F. y Domingo, Francisco. Cristología. Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Universidad de Navarra, 2004.
- Inicio
- 1. Los primeros testimonios de la fe de la Iglesia
- 2. Las herejías trinitarias y la reafirmación de la fe de la Iglesia en la divinidad de Cristo
- 3. El debate en torno a la unidad de la persona de Cristo
- 4. Unión y distinción entre la humanidad y la divinidad de Jesús
- 5. Voluntad divina y voluntad humana de Cristo
Síntesis de contenido
En Éfeso se había insistido en que, en Cristo, la unión de ambas naturalezas es una unión física y tiene lugar según la hipóstasis. Las expresiones unión hipostática o unión según la hipóstasis se utilizan aquípara significar que, en Cristo, la naturaleza humana y la naturaleza divina están unidas en la hipóstasis, es decir, en la Persona del Verbo.
Se dice con esto que la unión tiene lugar no en las naturalezas (las dos naturalezas no se mezclan), sino en un elemento distinto de ellas: en la persona. Hay unión de las naturalezas, porque ambas pertenecen a la misma Persona, no porque ambas naturalezas se hayan unido entre sí: en Cristo, lo humano es humano y lo divino es divino. Se trata, sin embargo, de la unión más íntima que puede darse: el Verbo toma sobre sí la carne humana con una unión tan estrecha que los hechos y padecimientos de Cristo son en realidad hechos y pasiones del Verbo. Por esta razón se dice que Santa María es Madre de Dios.
Pero muchos “ultracirilianos” argumentaban que hablar de la permanencia en Cristo de las dos naturalezas después de la unión hipostática era acercarse peligrosamente al nestorianismo. Por eso, aunque admitían que Cristo es ex duobus naturis (está compuesto de dos naturalezas), se negaban a aceptar que, tras la unión hipostática, Cristo siguiese subsistiendo en dos naturalezas. Esto equivalía a decir que de hecho en Cristo sólo hay una naturaleza. La naturaleza humana habría sido absorbida por la divina. De ahí que se les calificase con el nombre de monofisitas.
Esta posición indignaba a los antioquenos, que deseaban la rehabilitación de Nestorio y veían con horror cómo los “ultracirilianos” hacían desparecer la auténtica humanidad del Señor diluyéndola en la divinidad. Ellos, en cambio, insistían en que incluso después de la unión ambas naturalezas permanecen íntegras.
Nos encontramos, pues, ante el monofisimo y la reacción contra el monofisismo. Se trataba de mantener la fe profesada en Éfeso en torno a la unidad de Cristo, pero sin que esto llevase consigo la negación de la verdadera humanidad del Señor. Es decir, se trataba de hacer una lectura correcta de la enseñanza de Éfeso.
Esta es la gran labor teológica que culmina en el Concilio de Calcedonia.