Extraído de: Mateo Seco, Lucas F. y Domingo, Francisco. Cristología. Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Universidad de Navarra, 2004.
- Inicio
- 1. Infancia y vida oculta de Jesús
- 2. La vida pública de Jesús
- 3. La muerte de Jesús
- 4. La muerte de Jesús
- 5. La pasión y muerte de Cristo
como oblación sacrificial - 6. La eficacia de la muerte de
Cristo
3. La Transfiguración

En la teofanía de la Transfiguración encontramos parecidas palabras a las de la teofanía del Bautismo: Este es mi Hijo amado, escuchadle (Mc 9, 7). San Lucas, en vez de querido introduce elegido (Lc 9, 35); San Mateo intercala el inciso en quien me complazco (Mt 17, 5): ambas expresiones se leen en el primero de los cantos del Siervo de Yahvé (Is 42, 1). Es claro que los evangelistas entienden la expresión en sentido fuerte, es decir, en el sentido de que se proclama la filiación natural de Jesucristo al Padre.
San Marcosadvierte que la Transfiguración tiene lugar seis días después del anuncio de la Pasión (Mc 9, 2), quizás insinuando que existe conexión entre ambos episodios, y queriendo mostrar a Cristo en camino hacia su consumación. San Lucas explicita el contenido pascual de esta teofanía, al puntualizar que dos varones hablaban con Él, Moisés y Elías, que aparecían gloriosos y le hablaban de su partida (su muerte), que había de cumplirse en Jerusalén (Lc 9, 31-32).
La teofanía de la transfiguración está dirigida especialmente a los Apóstoles para reconfortarlos en la prueba de la Pasión y Muerte de Jesús; las palabras del cielo son una urgencia a todos los hombres a escuchar las palabras del Mesías, Legislador supremo. La presencia de Moisés conversando con el Señor en el monte Tabor no puede menos de evocar el Monte Sinaí. El hecho de que hablen de la muerte de Jesús pone de relieve que en la muerte del Mesías encuentran cumplimiento la Ley y los Profetas.