Extraído de: Mateo Seco, Lucas F. y Domingo, Francisco. Cristología. Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Universidad de Navarra, 2004.
- Inicio
- 1. Infancia y vida oculta de Jesús
- 2. La vida pública de Jesús
- 3. La muerte de Jesús
- 4. La muerte de Jesús
- 5. La pasión y muerte de Cristo
como oblación sacrificial - 6. La eficacia de la muerte de
Cristo
1. Las predicciones de Jesús en torno a su muerte

La Pasión del Señor fue significada en el Antiguo Testamento con diversas figuras, y fue profetizada claramente. Recuérdese, p.e., la figura de Abel, muerto por envidia de su hermano (Gn 4, 8), el sacrificio de Isaac (Gn 22, 6-7), el cordero pascual (Ex 12, 5-7), la serpiente de bronce levantada en alto por Moisés en el desierto (Nm 21, 9).
Por lo que se refiere a los profetas, basta recordar los Salmos 22, 27, 68, 109, o el capítulo 53 de Isaías. Los mismos evangelistas hacen notar en la narración de la Pasión cómo en ella se cumplieron las profecías (cf. p.e., Mt 27, 9; 27, 35; Jn 19, 36). San Pablo afirma que Cristo murió según las Escrituras (cf. p.e., 1Co, 15, 3-6). No es posible leer unas cuantas líneas en el Nuevo Testamento en torno a la muerte de Nuestro Señor sin que inmediatamente nos encontremos con alusiones y citas explícitas del Antiguo Testamento, cuyo cumplimiento se da precisamente en los sucesos de la Pasión. En el relato de la aparición a los discípulos de Emaús, el mismo Jesús, ya resucitado, les dice: ¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que vaticinaron los profetas! ¿No era acaso preciso que el Mesías padeciese esto y entrase en su gloria? Y comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a Él se refería en todas las Escrituras (Lc 24, 25-26).
Además de estas profecías, en los evangelios aparecen tres predicciones explícitas de la Pasión hechas por Nuestro Señor. En los sinópticos, la primera, con ocasión de la confesión de Pedro en Cesarea (Mt 16, 21-23; Mc 8, 31-33; Lc 9, 22); la segunda, tras la Transfiguración (Mt 17, 22-23; Mc 9, 31; Lc 9, 44); la tercera, en la última subida a Jerusalén (Mt 20, 17-19; Mc 10, 33-34; Lc 18, 31-34). Las predicciones se van haciendo cada vez más explícitas en detalles, conforme se acerca el fin. También en el evangelio de San Juan se encuentran tres predicciones de la Pasión en los mismos labios de Jesús: la primera, en la conversación con Nicodemo, al utilizar el simbolismo de la serpiente de bronce (Jn 3, 14); la segunda, al compararse al Buen Pastor que entrega la vida por las ovejas (Jn 10, 17-18); la tercera, al compararse al grano de trigo que, si no muere, queda infecundo (Jn 12, 31-33). Mientras que las predicciones de los sinópticos ponen de relieve lo que la Cruz tiene de humillación y oprobio, las predicciones contenidas en el evangelio de San Juan ponen de relieve lo que la Cruz tiene de gloria: Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera, y yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré a todos a mí. Esto lo decía indicando de qué muerte había de morir (Jn 12, 31-33). Llama exaltación a la muerte de cruz utilizando como imagen básica la acción de "levantar en alto" al crucificado.
Junto a estas predicciones explícitas, los evangelios recogen muchas otras alusiones más o menos veladas de Nuestro Señor a su Pasión y Muerte. Así, p.e., la alusión a que el esposo les será arrebatado a los discípulos y entonces ayunarán (Cf Mt 9, 15; Mc 2, 19-20; Lc 5, 34-35); el anuncio del cáliz que ha de beber (Mt 20, 22; Mc 10, 38); la comparación que hace de la unción en Betania con el embalsamamiento (Mt 26, 6-13; Mc 14, 3-9; Jn 12, 1-8); la parábola de los viñadores perversos, que matan al hijo del dueño (Mt 21, 33-46; Mc 12, 1-12; Lc 20, 9-19).