4. EL VALOR REDENTOR DE LA MUERTE DE CRISTO

Extraído de: Mateo Seco, Lucas F. y Domingo, Francisco. Cristología. Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Universidad de Navarra, 2004.

3. La aceptación de la muerte "ex obedientia et caritate"

Coronación con espinas (Caravaggio)

El dolor de Cristo en la Pasión es de una grandeza y universalidad extremas: el Señor padece intensamente tanto en los sentidos, como en el alma. Sin embargo, no se debe olvidar que la materialidad del dolor recibe su sentido redentor precisamente de la infinita caridad y obediencia con Cristo padece. El Señor borra con su obediencia lo que de desobediencia tiene el pecado (cf. Rm 5, 12-19). Se trata de una obediencia vivida por amor.

En Rm 5, 12 y 17-21, en la contraposición de Cristo y Adán, San Pablo apunta a lo que hay de personal en el pecado de Adán y en la satisfacción operada por Cristo: frente a la desobediencia de Adán, la obediencia de Cristo hasta la muerte; una obediencia con la que Cristo tributa al Padre un supremo acto de culto, indiscutiblemente de mayor valor y de frutos más grandes que, en sentido negativo, pudo tener la desobediencia de Adán. Lo que borra la desobediencia de Adán no es un castigo que recaiga sobre las espaldas de Cristo y con el cual la ira de Dios se sienta satisfecha, sino un acto moral de valor infinito de Cristo que, como Cabeza de la humanidad y solidario con sus hermanos los hombres, con su obediencia, rinde a Dios un homenaje de total adoración, borrando con ella la desobediencia adamítica.

Esta obediencia hasta la muerte ha sido dolorosa. Cristo es así la víctima propiciatoria por los pecados de los hombres: El es víctima de propiciación por nuestros pecados (1 Jn 2, 2); ha sido puesto por Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre (Rm 3, 25), de forma que San Pablo puede afirmar que a quien no conoció pecado, (Dios) le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en El (2 Co 5, 21).